Una
casa en la arena
Pablo
Neruda
Fotografías
de Luis Poirot
Itineraria
Las
Palmas, 2024
120
páginas
Hubo
un periodo de tiempo en que el hombre se alimentaba de nueces y la fruta que
caía de los árboles. Si esa época hubiera perdurado, seríamos felices aguardando
a que el coco caiga de la palmera. Sin embargo, no nos quedamos a gusto hasta
que no hemos completado el trance de firmar un contrato en una notaría. En
buena medida, la poesía nació para deslizar que todavía tenemos opción para esa
inocencia, la del comedor de nueces, o al menos la poesía de algunos de estos
tipos que escribieron versos de amor para todos. Leerles es querer estar
enamorado. Porque el enamoramiento más auténtico, el que nos gustaría, el
inocente, no contempla morder carne. Es una verdad, no una necesidad. Ese ha sido
siempre el espíritu que ha acompañado a la obra de Pablo Neruda (Parral, Chile,
1904 – Santiago de Chile, 1973). «Podrán cortar todas las flores, pero no
podrán detener la primavera», sostenía el poeta chileno.
Una
casa en la arena es un homenaje, casi elegíaco, a su vivienda
junto al mar. Y decimos casi elegíaco porque leído ahora, cuando el poeta ya no
está, nos resulta melancólico: nos habla de las cosas que echaría de menos si
se fueran, porque han ido llegando a su vida como las olas a la playa, poco a
poco, balsámicamente. Son textos de prosa poética, y un par de poesías, en los
que se detalla líricamente lo que forma parte de un entorno acogedor. Es
posible que en otro lugar los mascarones de proa que allí se acumulaban fueran
un decorado para una película terrorífica, pero aquí, conforme los va
describiendo Neruda, son tan hogar como lo sería la lumbre de la chimenea.
Estamos frente a un libro acogedor, amable, cuidadoso, una recuperación
oportuna, que nos habla de humanidad, que es todo lo contrario a la historia,
eso que construyen los generales.
Pablo Neruda, nacido y muerto en Chile ha sido sin duda una
de las voces más altas de la poesía mundial de nuestro tiempo. Desde el combate
directo o desde la persecución y el exilio valerosamente arrostrados, la
trayectoria del poeta, que en 1971 obtuvo el Premio Nobel, configura, a la vez
que la evolución de un intelectual militante, una de las principales aventuras
expresivas de la lírica en lengua castellana, sustentada en un poderío verbal
inigualable, que de la indiscriminada inmersión en el mundo de las fuerzas
telúricas originarias se expandió a la fusión con el ámbito natal americano y
supo cantar el instante amoroso que contiene el cosmos, el tiempo oscuro de la
opresión y el tiempo encendido de la lucha. Una mirada que abarca a la vez la
vastedad de los seres y el abismo interior del lenguaje: poeta total, Neruda
pertenece ya a la tradición más viva de nuestra mayor poesía.
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