Los herederos del opio
Josep Prat
Península
Barcelona, 2021
286 páginas
Josep Prat (Sabadell,
1993) sabe encontrar el afán del destino, sus particularidades, sabe mantener
el pulso del interés, eliminando lo que no afectará al lector; sabe invocar a
la tristeza como telón de fondo y a la aventura -el tipo de aventura que
podríamos tener nosotros, que no alcanzaremos jamás la cumbre de una montaña de
ocho mil metros ni nos sumergiremos en la fosa de las Marianas- representarla en
primer plano; sabe encontrarse con gente cuya crónica merece la pena y
mantenerse detrás de la persona para no figurar como sujeto demasiado valiente.
El libro es consistente y nos habla de la dualidad. Prat ha recorrido el sudeste
asiático, como corresponsal y como mochilero, y nos habla de los días en que se
aleja de rutas convencionales para adentrarse en aldeas más remotas. Viaja por
Laos, baja unos días a Camboya y luego se marcha al norte de Vietnam. Y de
todos los lugares nos habla intentando reflejar la dualidad que afecta a la
vida de la calle y a la educación sentimental: es complicadísimo, sino
imposible, conciliar tradición y ciertas formas de gobierno, y también las
costumbres cotidianas en un mundo que te ofrece cantos de sirena con forma de
nueva tecnología.
Así Prat se va
preguntando qué es la revolución, o qué fue de ella, si es que la hubo o la
hay. Y para ello se acerca a perdedores, como todo buen periodista, y busca la
dignidad de la derrota. En las regiones por las que pasea, no faltará nada de
ello, como consecuencia, mayormente, de las guerras del siglo XX. Buscará la
pista de guerrilleros ocultos, de naciones sin Estado, de conflictos, de tipos
que son especiales a su pesar o con devoción por serlo y, por supuesto, nos
hablará de la gente normal, de la gente. Todo con ciertas dosis de maldición
hacia un occidente que no deja de afectar de una manera más o menos sibilina
-en ocasiones con gritos que aturden- a la transición de esos países, de esas
aldeas, hacia lo que no conseguiremos definir hasta que no sea pasado. Y aun
así, tal vez sigamos ignorando en qué lo transformamos, porque se impondrá el
anhelo de haber conocido lo que pudo haber sido.
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