Tiempo de Hiroshima
Suso
Mourelo
La
línea del horizonte
Madrid,
2018
135
páginas
Todavía
emocionados por la belleza de En
el barco de Ise, se publica este libro sobre la estancia del autor en
Hiroshima, una ciudad que atrae solo por el efecto de llamada del terror. Sin
embargo, Suso Mourelo (Madrid, 1964) recupera el lirismo del viajero
amablemente emocionado para hablar del fuerte sol, de los niños y los
estudiantes, de las jóvenes parejas, de las breves compañías y de los incendios
de la poesía que le despiertan dos elementos: el agua y la luz.
Se
trata de aquellos que más se pudieron contaminar ese 6 de agosto en que el
Enola Gay soltó de la barriga el mayor acto terrorista de la historia, pero
Mourelo es demasiado delicado como para referirse a ello. El agua y la luz son
pureza y así es como él las ve y lo refleja. Hablamos de poesía, pero de la
poesía del hombre sencillo, aquel que apenas se vale de recursos literarios
para impactar, porque las metáforas en sus manos nos impresionan, pero lo hacen
de manera agradable. Son un sedante. Mourelo escribe con la memoria sobre sus
días en una ciudad en la que permaneció el tiempo suficiente como para
considerar que aquello fue una estancia, no un lugar de paso. No especifica los
días que permaneció allí, pero no importa. El tiempo no se mide por los
relojes. En este caso, se mide por la memoria, que es el atajo para regresar al
viaje.
Y
allí nos esperan los vendedores callejeros de hoy de hace setenta años, porque
como él indica, camina sobre huellas de personajes. Suso Mourelo es uno de esos
autores que no sabrían morir, al menos tomando la expresión en sentido
metafórico, y de ahí que no dé por cerrado jamás una experiencia. Transforma el
dicho de Heráclito sobre los ríos y dicta que las ciudades cambian, y que una
ciudad que cambia transforma al viajero. Es decir, se puede bañar en el mismo
río, pero la experiencia no será diferente con lástima, sino con suerte.
“Uno
de mis ritos: apagar la luz cuando desde el tatami se ve el jardín o la
naturaleza”. Las sensaciones se imponen sobre el tiempo, lo anulan. Medita sin
hacer intención de practicar ninguna suerte de ejercicio espiritual. Habla de
la esperanza, cuando la esperanza puede ser traidora, pero entiende que solo
debemos referirnos a ella si sentirla es agradecimiento, no confiando en que se
tuerza la vida que nos acribilla. Suso Mourelo es un viajero y un escritor con
la piel fina, alguien capaz de ver las palabras, como Jan Morris en Trieste o Joseph Brodsky en Marca de agua. “Basta un día para romper
la gramática de lo pensado”, afirma al principio del libro. Un día o toda la
vida, incluso todas las vidas de quienes vendrán más tarde. En el viaje un
segundo se iguala a un siglo. “Quien muda de tierra se pregunta cuándo comienza
a vivir en ese lugar nuevo; más bien, cuándo deja de vivir en el que vivía”. Un
pestañeo, el tiempo que tarda en pasar frente a uno dos enamorados, todos los
días que preceden a la muerte. No importa si de esa duda nacen estos libros que
son pura poesía.
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