Cómo
suspender literatura
Celia
Corral Cañas
La
Consentida
Valencia,
2025
205 páginas
Dos
amigos, compañeros en la facultad de filología, crean un personaje de ficción,
un escritor de éxito, pero no en esos lugares donde es frecuente la creación,
sino en la propia realidad. Logran que ese tipo exista, será un escritor
maldito, y a su alrededor se creará un fenómeno propio del fanatismo, es decir,
del torrente emocional que define a los fans. A partir de esa idea, Celia
Corral Cañas (Santander, 1987) escribe esta novela, Cómo suspender literatura,
sobre un caso de mitomanía social, que pretende ser una llamada de atención sobre
la farsa que es, o puede ser, la educación universitaria y cierto ambiente
cultural. Se atribuye a Montesquieu la sentencia que dicta que la solemnidad es
el escudo de la estupidez. Ese es el espíritu que atraviesa esta obra, que
comienza con un experimento más bien gamberro y que, como el lector puede
suponer, está texturizada con fino humor, de ese que nos retrata mejor que
cualquier fotografía, y que llega al síncope con el análisis de un texto que escribe
uno de los protagonistas a cuenta de un examen de literatura contemporánea.
Basta
con acercarse a la propuesta del índice para entender a qué nos referimos:
personajes, vida y obra del autor, puesta en escena, ritmo, figuras retóricas,
argumento y trama, narrador, etc. Lo que vendrían a ser los epígrafes explícitos
de un estudio literario, lo que viene a ser, en buena medida, el formalismo filológico.
Celia Corral Cañas parece sugerirnos que apliquemos esta estrategia de estudio
a su propia obra, a esta novela, para poner a prueba el texto y al lector. Lo
cual no deja de ser un juego metaliterario. La obra está llevada con tal fluidez,
que de seguir esta propuesta veríamos enturbiada la lectura, y la experiencia,
creemos, no merecería la pena.
El
grueso de la obra es algo parecido a una carta mental que uno de los muchachos
dicta al otro, arreglando cuentas, tras un inicio en el que se nos describe una
relación entre ambos casi simbiótica. Parte del desencadenante de la situación
de enredo es un malentendido, de un volumen tan alto que podría suponer
tragedia para alguno de los personajes, aunque está disfrazado de engaño. La
figura de este escritor adquiere tal calado en el mundo intelectual que llegará
un momento en que no tendrán más remedio que construirlo en carne y piel, y a
partir de ahí se desencadenará el lío, que les superará con creces. No se puede
dominar la estupidez, que es contagiosa y va creciendo como una bola de nieve
rodando pendiente abajo.
Y
durante el proceso asistiremos a una descripción de ambientes socioculturales
en los que la autora demuestra que la enumeración, siguiendo el barrido que
efectúa su activa mirada observando, puede ser un recurso literario que vaya un
paso más allá del ingenio: nos está poniendo frente al público que es capaz de
aplaudir la solemnidad, incluso de confundir mear en un escenario con un acto
de rebeldía ceremoniosa. Lo que nos puede incomodar es sospechar que todos
hemos respirado esos ambientes en alguna ocasión. Manteniéndonos dentro de la
cabeza del narrador, de la que se sale en alguna ocasión para aclarar sucesos
que él no llega a conocer, que le hubieran evitado la malinterpretación, Celia
Corral Cañas atiende a esa parte de la inteligencia que es el ingenio, pero lo
hace dentro del panorama de la ficción porque «Nosotros, los que estudiamos
Filología Hispánica, lo sabemos. Sabemos que necesitamos la ficción para aceptar
la realidad y por eso estamos aquí». Pero los estudiantes reclamados no son casta
aparte ni necesitan la ficción con intensidad diferente a la de cualquier otra
persona. Que esta novela suceda entre ellos bien puede deberse a la recreación
del mundo vivido por la autora, que es doctora en Literatura Española. Lo que
importa es lo que nos afecta, y eso supone una lectura límpida que nos dejará
ese punto exacto de inquietud, el que nos advierte sobre la estupidez.
Fuente: Zenda
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