Despejado
Carys
Davies
Traducción
de Gabriel Insausti
Libros
del Asteroide
Barcelona,
2025
200
páginas
Nos
encontramos en una isla imaginada, entre las Shetland y Noruega, pero en un
momento muy preciso: el año 1843, cuando una tercera parte de los ministros de
la iglesia escocesa se rebelan contra el poder de los terratenientes, con
capacidad para decidir sobre la ubicación y los desplazamientos tanto de ellos
como de sus subordinados. Esto incluyó desalojos de comunidades enteras,
siempre las más pobres, para facilitar tierra libre para ganado. Una buena
parte de la población ya no era necesaria, era prescindible según el criterio
de los terratenientes, cuyo poder era absoluto. Conocer un poco mejor este
momento da realce a la novela que tenemos entre manos, este Despejado
que Carys Davies construye para reivindicar la amistad por encima de cualquier
dolor social o personal.
Un
presbítero, John Ferguson, se veo coaccionado para llegar hasta ese lugar, esa
esquina del mundo, en el que un único habitante, Ivar, mantiene la colonia de
un terrateniente, que ya apenas se ha reducido a unas pocas gallinas y una vaca
ciega. Cada año, Ivar debe entregar su diezmo, en el que destacan los kilos de
plumas recogidos en los acantilados y la playa. John Ferguson tiene familia,
Ivar está solo. A John Ferguson se refiere constantemente la autora incluyendo
el apellido, de Ivar apenas conocemos nada que no sean las cuatro letras del
nombre. El encuentro tiene lugar tras un accidente marino, en el que Ivar
rescata a John Ferguson. Y el entendimiento posterior apunta a ser complicado,
pues no hablan el mismo idioma. De hecho, el idioma de Ivar está prácticamente
desaparecido y Carys Davies hace un trabajo casi de antropología filológica
para rescatar unas cuantas palabras del mismo. Las bases sobre las que asienta
Davies la novela son similares a las de la aventura: una isla, lo inhóspito, el
viaje, las diferencias culturales, el fulgor del encuentro, la adaptación, las
exigencias físicas.
Pero
todo fluye. A los dos personajes les resulta sencillo entenderse a pesar de los
escollos del idioma. Saben, tanto el presbítero como el campesino, que no hay
convivencia sobrevenida, porque la convivencia es un aprendizaje. Y así aceptan
embarcarse en el mismo. Eso sí, dado que John Ferguson es la punta de lanza del
desahucio de Ivar, un sentimiento de culpa le acompaña constantemente: ¿cómo
será capaz de confesar su propósito? ¿Cuándo podrá decirle que debe abandonar
la única vida que ha conocido para emprender ruta hacia una tierra que estará muy
lejos de ser su lugar en el mundo? El conflicto moral de Ferguson tiene como
contrapeso el más físico de Ivar: convencido de que el hombre que ha llegado
con la tormenta viene a recaudar, se preocupa porque debido a la edad que
tiene, ya no se encuentra en condiciones de recopilar los bienes que completan
el tributo anual, ni siquiera las plumas de patos eider.
En
realidad, la naturaleza, el hecho de vivir en la naturaleza aislada, facilita el
brote de amistad que surge, dado que nada hay social que pueda interrumpir la
relación. Están fraguando la relación como si acabara de inventarse el mundo, a
pesar del sentimiento de culpa de uno y de traición del otro. Pero lo más importante
es la conciencia de ser hombre del otro, lo que nos iguala. Para evitar cualquier
confusión que supondría un apunte de flujo de conciencia, y así permitir al lector
centrarse en lo que le interesa a la autora, la forja de la amistad contra los
temporales, planifica un libro en capítulos cortos, dinámicos, sencillos, centrados
en los sucesos. Despejado es una novela que vuelve sobre la
trascendencia de mostrar nuestro lado humano en tiempos de crisis, porque saber
vivir no consiste en otra cosa.
Fuente: Zenda
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