lunes, 25 de junio de 2018

PAPELES DE PANDORA


Papeles de Pandora
Rosario Ferré
La Navaja Suiza
Madrid, 2018
252 páginas

En una época en que la literatura en español por fin estaba terminando con el realismo puro y duro, cuando la fiebre por los experimentos verbales como los de Julián Ríos se habían calmado, un puñado de autores estaba creando un nuevo tipo de literatura, algo en la que los atrevimientos con el lenguaje y la gramática ya estaban en función del relato, aunque en ocasiones diera la impresión de que había que buscar el relato detrás de lo puramente verbal. En esa etapa encontramos a Juan Benet, por ejemplo, que es quien realmente revoluciona la forma de entender la literatura en este país, y a Julio Cortázar, mencionado por los editores de este libro como el maestro de Rosario Ferré (Ponce, 1938 – San Juan de Puerto Rico, 2016), si bien se le podría añadir, dado que la versatilidad en los relatos es grande, a José Lezama Lima o a Alejo Carpentier, autores bien digeridos por la propia Ferré. Papeles de Pandora es el primer libro publicado por Ferré y en él ya define cuál será su mundo personal, algo que sale a flor de blanco sobre negro desde todos los rincones de la mente, incluidos aquellos que no conforman la inteligencia. Las terminaciones nerviosas de Ferré están muy activas para percibir sensaciones que luego intentará traducir con las herramientas de un lenguaje que se va quedando pequeño frente a su imaginación. Se trata, en buena medida, de un libro sobre las distintas formas de soñar, desde las oníricas hasta las ilusiones.
Uno percibe rápidamente el viaje hacia el realismo mágico y la vanguardia surrealista, el mundo fragmentado, que es lo que confiere verosimilitud a los relatos, y la unidad de estilo, que hace del libro un proyecto literario. También que en el mundo de Ferré la pintura ha influido tanto como los libros leídos. Mientras otros autores escribían para sí mismos, Ferré creaba narradores, voces, que parecían narrar para sí mismos. Porque de otra manera resulta complicado entender la libertad que se toma para hablar sobre mortificaciones y el orgasmo, creando neologismos y metáforas sexuales, usando libremente los elementos gramaticales para darle más oralidad pura y dura al relato, que en las ocasiones más intensas se presenta en forma de invocaciones mágicas. Detrás de todo esto está el dominio y la fuerza de unos hombres sobre otros, y en buena medida de los hombres sobre las mujeres. El lenguaje está puesto a fermentar y se utiliza para arrasar lugares, desde los lugares comunes hasta ciudades enteras. Será barroco e hipnótico, pero es lo que nos empuja a saber que nos enfrentamos a algo que debemos descubrir. En ese sentido, Ferré es hija de William Faulkner. En ese y en el de tener presente que la vida, sobre todo la del pobre, no vale nada.
Papeles de Pandora construye un mundo con complejos, también en todos los sentidos de la palabra, y es un esfuerzo descomunal por representarlos. Los complejos, ya lo sabemos, están unidos a los deseos y los deseos, nos dicen los hombres espirituales de oriente, terminan por llevar al dolor. En este caso, Ferré adopta puntos de vista en los que el dolor proviene en buena medida de la rigidez fruto de los prejuicios, porque los prejuicios son implantes, son prótesis que tomamos por cuerpo. Creemos que el tiempo es lineal y ella lo dobla y manipula. El mestizaje es cultural, social, religioso, tradicional y a pesar de todo ello pensamos en nosotros mismos como una unidad, una idea que se va desmontando a medida que leemos estos relatos. Las maldiciones presentes son obra de los propios hombres, obsesionados con las relaciones y con el cuerpo. Obsesionados con el miedo, y con el miedo a lo que le sucede al cuerpo de uno, incluido el del sentimiento de soledad. De ahí brota la necesidad de Ferré de expresarse. De ahí que este conjunto de relatos sea una experiencia única en la literatura en nuestro idioma.

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