El
gran terremoto
Kathryn
Schulz
Traducción
de Teresa Bailach Arrate
Libros
del Asteroide
Barcelona,
2025
78
páginas
La
propia Kathryn Schulz (Ohio, 1974) confiesa que su reportaje indujo mucho
terror entre los lectores, cuando se publicó en el año 2015 en la revista The
New Yorker, un miedo del que dieron buena cuenta quienes lo reseñaron. No
es para menos. El gran terremoto habla sobre algo que no ha sucedido,
pero que amenaza con que pueda suceder: un movimiento sísmico en el noroeste de
Estados Unidos cuyas consecuencias se asemejarían a las del que tuvo lugar en
Japón, en el año 2011, conocido por cómo afectó a la central atómica de Fukushima.
Este terremoto se ubicaría al norte de la famosa falla de San Andrés, en la
zona de subducción de Cascadia, y según las previsiones de la propia Schulz
causaría miles de muertos y unos daños materiales inmensos, de los que la región
tardaría mucho tiempo en recuperarse. De hecho, buena parte del reportaje se
dedica a las consecuencias de la destrucción: cuántas escuelas están en
territorio peligroso y cuánto duraría su reconstrucción; cuánta gente se vería
afectada por la desaparición de centros médicos que no comenzarían a funcionar
hasta años más tarde; los problemas por la destrucción de conductos de agua
potable y alcantarillado, puentes, carreteras; qué ocurriría en las casas que
surten su energía gracias a las calderas de gas, y así en unos enunciados que
podrían extenderse más.
Antes
de llegar hasta allí, Schulz pone en marcha el espíritu didáctico que todo buen
reportaje debe tener. Nos resume en qué consiste la escala de Richter y la
relación entre la potencia de un terremoto y su duración, a partir de ciertos
ejemplos, o las diferencias entre una gran ola y la devastadora masa de agua
que es un tsunami. Y hasta se vale de un sencillo ejercicio que todos podemos
hacer con las manos para explicar cómo funcionan las placas tectónicas y en qué
circunstancias de esos movimientos se producen los terremotos. A continuación,
nos expone cuáles son las regiones de riesgo y cómo están pobladas,
urbanizadas, colonizadas, de una manera en la que no se ha tenido en cuenta el
riesgo que supone la zona de subducción de Cascadia. Finalmente, y tras exponer
las consecuencias, nos advierte de que lo mejor, en cuanto uno comienza a
sentir los efectos de un terremoto, es ponerse a salvo, sin mirar atrás.
No
es extraño que este reportaje causara pánico entre los lectores. De hecho,
Schulz se vio obligada, un tiempo más tarde, a añadir un segundo artículo, que se
incluye en esta edición, en el que refleja los mejores consejos para ponerse a
salvo en el caso de que llegara el cataclismo: a quién afectaría el terremoto y
el tsunami, cómo protegerse, cómo salir de ahí, o cómo informarse. El conjunto
es un libro pequeño, pero de gran potencial, que coloca a Schulz en la
categoría de los grandes cronistas de investigación, de gente como Sebastian
Junger, por ejemplo, de quien hace poco esta misma editorial recuperó La
tormenta perfecta.
Lo
que experimenta el lector es miedo, pero se trata del tipo de miedo que, a no
ser que habites en la región amenazada, resulta magnético. Schulz no intenta
que nos vengamos abajo, que nuestras convicciones o la fe en la humanidad se
desvanezca, ni siquiera que comencemos a desconfiar hasta el punto de echar el
cerrojo en cuanto entramos en casa. Lo que hace es descubrirnos que el mundo
geográfico es mucho más amplio de lo que conocemos, que estamos todavía en periodos
de descubrimiento y que en su país pueden volver a producirse desastres como el
del monte Santa Helena, que tuvo lugar en 1980. Ser la primera economía mundial
no te garantiza estar seguro. La advertencia que debemos hacer al lector es que
el miedo que sentimos es algo que, en realidad, ponemos nosotros. Esperamos que
no sea impedimento para emprender la lectura de este pequeño gran libro.
Fuente: Zenda

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