Bajo la verde fronda
Thomas
Hardy
Traducción
de Catalina Martínez Muñoz
Alba
Barcelona,
2019
251
páginas
Antes
de escribir Lejos del mundanal ruido, Tess
de los d’Uberville o Jude el oscuro,
es imprescindible entrenarse en la literatura. Para conocer tan bien el material
del conflicto, sobre el que montará Thomas Hardy sus obras maestras, deberá
haber explorado el del puro relato. De ahí este ambiente rural e ingenuo en el
que respiran los protagonistas de esta novela, llena de buenas intenciones y
mejores personajes. Hay mucha melancolía, como reconoce en la nota introductoria:
“pretende ser una estampa veraz y de primera mano de gentes, usos y costumbres
que eran comunes en orquestas de pueblo hace cincuenta o sesenta años”. La novela
es casi naturalista, a pesar de la contradicción que supone esta revelación:
difícilmente un autor joven podrá escribir “de primera mano” un reflejo del
modo de vida que existía hace sesenta años, a no ser, claro está, que el mundo
haya cambiado muy poco, casi nada, en ese tiempo.
En
un tiempo en que la literatura se está fermentando en experiencias nacidas en
la lectura, en lugar de gestarse sobre la propia vida, se agradece retornar al
origen, a los autores clásicos, aunque sea en un tono próximo a las leyendas
populares, que basaban su literatura no en estructuras complejas o lenguaje
impresionista, sino en la realidad. Hardy nos habla de nuestros vecinos, de
nosotros, en un ambiente casi ideal en el que lo que mueve a los personajes es
el miedo, el miedo al cambio, el miedo al futuro. Y los personajes se agarran a
los valores universales: el amor y la música. De esta combinación no puede
salir nada dañino. Y eso se agradece.
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