martes, 10 de diciembre de 2024

UN PASEO POR LA PRAGA DE KAFKA

Un paseo por la Praga de Kafka

Alberto Gil

Reino de Cordelia

Madrid, 2024

229 páginas

 



Alto, flaco y con orejas puntiagudas, casi se podría decir que con el tipo de un elfo oscuro, este tipo, Franz Kafka, nos reveló que la revolución de la literatura vendría de la personalidad del autor, que se aloja en todos y cada uno de los estratos del cerebro. El siglo XX comenzó con una serie de autores jugando con el lenguaje, a ver quién hacía la frase más curiosa, más densa, más larga (incluso sin comas ni puntos), más bonita, con más sentidos. Hasta que llegó Kafka y dijo que la literatura no son solo palabras y juegos de palabras, que la literatura es bregar con los monstruos propios y con los monstruos sociales, y además hacerlo con un sentido del humor muy particular, uno que nos puede llevar hasta el aturdimiento. En realidad, Kafka lo que hizo fue liberarnos de escuelas y modas, de corrientes literarias y estilos funcionales, para indicar que el autor que pretenda aportar algo nuevo, lo mejor que puede hacer es aportarse a sí mismo. Kafka descubrió a Kafka.

Su leyenda llega a tal punto que Alberto Gil no es el primer lector que se embarca en un viaje a Praga para indagar por ahí qué es lo que la ciudad pudo aportar a la mente de nuestro autor. Praga, por su parte, se ha convertido, sobre todo en épocas de buen tiempo, en una ciudad muy turística, casi un parque temático para enamorados. Aun así, ¿sería posible reconocer a Kafka mientras nos movemos por sus calles? Si intentamos reproducir su vida, viviendo la única parte que nos resulta posible revivir, a lo mejor entendemos un poco mejor al escritor. Con este propósito Alberto Gil elabora un delicioso libro sobre la ciudad y el autor. Estamos frente a una combinación de guía y biografía elaborada con gran acierto a la hora de compensar las miradas hacia la ciudad con las vivencias del personaje. El equilibrio que Gil consigue es complejo, pero nos lo traslada con tal sencillez que se nos antoja una lectura de lo más natural, una lectura fácil que se va haciendo más y más interesante a medida que avanzamos en ella. Hay admiración, sí, tanto hacia Praga como hacia Kafka, pero jamás se sale de la justa medida: en una obra en la que uno estaría tentado a caer en hipérboles, Gil sabe contenerse, sabe ser grato y agradecido a un tiempo.

Como invitación a releer al autor y a volver a visitar la ciudad, funciona perfectamente. Pero sobre todo funciona a la hora de expresar que hay un vínculo entre ellos, y que ese vínculo se puede ir resolviendo, pero va a ser complicado que lo hagamos del todo, porque lo que más nos apetece es dejarlo en el misterio, dejar que se imponga la leyenda: lo que más nos atrae no nos atrae por motivos racionales, nos atrae porque por más que pensemos en ello, seguiremos siempre con ganas de volver a indagar.

La edición que Reino de Cordelia ha elaborado de este texto es un cuidadísimo libro ilustrado, una de esas piezas con las que de vez en cuando nos invita a comprar ejemplares para regalar a los amigos, sabiendo que el regalo será un éxito. Queremos dar la bienvenida a este volumen, que esperamos pase a formar parte de los fondos de cualquier biblioteca personal.


domingo, 8 de diciembre de 2024

FLOTAR, PUDE

 

Flotar, pude

Gabriela Ponce Padilla

Candaya

Barcelona, 2024

136 páginas

 



La familia puede ser, también, un cuento de terror. Cualquiera ha podido pasar por una etapa en la que hubiera condenado a la hoguera a su propia madre sin sentir ningún tipo de remordimiento. Al fin y al cabo, sabemos quién es cuando está junto a nosotros, pero desconocemos lo que puede ser fuera de ese ambiente. Dicen los psicoanalistas que las madrastras y las brujas de los cuentos de hadas sirven para que el niño sublime la parte más oscura de la madre, la que le atora de miedos de vez en cuando. Por ahí circulan, además, los hermanastros, que son la negación de la hermandad que se supone debe existir entre los miembros de una familia, o al menos de ese modelo de familia que se impone en el catolicismo más rancio o en las películas de Disney. Así pues, un relato que cambie los parámetros convencionales, los de ciertas religiones y ciertas películas, se nos antoja una narración de terror, aunque podamos reconocer que hay más sinceridad en ellos que en la doctrina de unos y el dulce de los otros.

Eso sucede con este conjunto de cuentos de Gabriela Ponce Padilla (Quito, 1977), que nos transmite cierta decadencia, aunque sea un tipo de decadencia que ya vivimos hace un par de décadas: la agresividad sorprendente entre miembros de una familia, el VIH, las drogas, las amenazas económicas, etc. El centro de interés es la familia, pero no es el único que atraviesa las historias, porque la presencia del dolor y de su hermano siamés, el miedo, es constante. Y refleja más daño en los narradores, que todos se expresan en primera persona, cuanto más se aproximan a las madres. Ponce Padilla crea más cuentos de situación que cuentos de tramas, momentos en que se refleja la inmadurez de los personajes, que es casi necesaria en esa etapa del crecimiento. Es gente que no entiende a qué se debe lo que están viviendo, y esa incapacidad para comprender es el detonante de la situación que, por utilizar algún eufemismo, calificaremos de desagradable, de incómoda. Pero no huyen de ese lugar y de ese momento, ni tampoco lo enfrentan: más bien se diría que lo sobrenadan. En buena medida, la prosa de Ponce Padilla está al servicio de mostrarnos las sensaciones que saturan esos instantes, esas desgracias que no tienen otra utilidad que la de rompernos. En estos cuentos, la normalidad está de luto, las vidas son feas y a los narradores les gustaría poner las cosas en su sitio. Pero eso supondría que existe un sitio donde la vida es normal, cuando lo normal es que la suerte nos la hagamos, dentro de un destino del que no somos dueños.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

PAN

 

Pan

Knut Hamsun

Traducción de Kristi Baggethun y Asunción Lorenzo

Nórdica

Madrid, 2024

145 páginas

 

 


Al inicio de esta novela, Knut Hansum (Lomnel Gudbrandsdal, 1859 – Grimstad, 1952) nos presenta a un personaje que representa buena parte de lo que queremos ser en ocasiones de crisis: aquel que hace de la soledad un beneficio buscado, aquel que la transforma en solitud. El cazador nórdico que vive en los bosques, en compañía de su fiel perro Esopo, tiene mucho de Robinson, pero también de Tarzán y, buscando paralelismos por todos lados, hasta de Henry David Thoreau: «Bueno, yo no mataba por matar, mataba para vivir. Ese día me hacía falta solo un urogallo, por eso no maté dos, sino que dejé el otro para el día siguiente. ¿Por qué iba a matar más? Yo vivía en el bosque, era hijo del bosque». Esa soledad se verá interrumpida, pero en su discurso querrá retornar a la calma que ella supone en cualquier situación: «Me alegro de estar solo, de que nadie pueda verme los ojos», dice más avanzada la obra. La naturaleza y la lealtad de su animal de compañía son garantes de equilibrio. Pero el equilibrio es algo que uno debe mantener, no viene solo.

Un día aparece en la vida de nuestro cazador la ternura y el deseo sexual. A partir de entonces, presa de la debilidad que no sabemos si debemos permitirnos, el protagonista balbucea vitalmente, duda sobre su propia identidad, como si no supiera si es ese cazador duro y autosuficiente, o el ser que desea, el que se enamora. Él es un tipo de mediana edad, ella una joven de veinte años que aparenta quince, y que al igual que él, pero en un terreno más social, no parece entregarse a nada ni a nadie, no parece tener cuentas que rendir. Y esta libertad aparente hacen de ella un ser mucho más atractivo. ¿Será posible que seamos incapaces de reconciliar dos formas diferentes de belleza? Esa dificultad lleva al protagonista a convivir con otros humanos, momentos que aprovecha Hansum para crear un ambiente coral, una serie de encuentros con gente de mentalidad mundana que sustituyen a los ruidos y los silencios del bosque. A partir de entonces, el autor construye una novela que contiene la tensión de muchas obras clásicas del romanticismo, de todas aquellas que versan sobre los amores imposibles: «La segunda noche de hierro: el mismo silencio y el tiempo templado. Mi alma medita». Más adelante nos presenta actitudes propias de quien sufre mal de amores: «¿Por qué mirar tanto tiempo el fuego?».

Pan es una obra que nos muestra lo que supone que alguien te arranque de tu ecosistema. Lo grave es que la tragedia sucede porque somos débiles, si es que enamorarse, caer en un amor imposible, es una debilidad. En este caso, eso parece. Y, por tanto, lo que se anuncia todo el rato es tragedia. La novela comienza con belleza, mientras paseamos por el bosque, y se va internando en las circunvoluciones del alma cuando el alma no está tranquila. De hecho, nos dice que seremos capaces de los actos más terribles, pensando que son actos de amor, porque la confusión nos supera, dará buena cuenta de nosotros. La obra está repleta de simbolismos, desde los contrastes entre los medioambientes hasta las estaciones del año —se conocen y enamoran en primavera y la relación toca a su fin en otoño—, como sucede en buena parte de la literatura romántica. La editorial Nórdica continúa recuperando la obra del Premio Nobel Sueco que, confesó, sentía especial admiración por Dostoievski, y al igual que el ruso le obsesionaba que el alma humana no fuera capaz de soportar los inevitables tormentos que supone querer y ser querido, aborrecer y ser aborrecido.


Fuente: Zenda