viernes, 27 de junio de 2025

POSIBILIDADES

 

Posibilidades

David Graeber

Traducción de Damián Queirolo

Bellaterra

Manresa, 2025

506 páginas



 

Hoy el pensamiento débil es el que parece imponerse, sobre todo gracias a las armas. Cualquier conferenciante con algo de presencia en medios requiere que a la puerta del aula magna le custodie un guardaespaldas. Por eso es más necesario que nunca buscar tesoros de buen pensamiento entre los libros, como es el caso de estas Posibilidades, que reúne varias piezas escritas por antropólogo David Graeber (1961 – 2020), a las que ingenuamente podrían catalogarse de resistentes, cuando se trata, por encima de todos de sensatas. Su estilo es tan claro que las ideas dan la sensación de haber estado siempre en nuestra cabeza, formar parte de la sabiduría común. La paradoja es afrontar, a continuación y de nuevo, la realidad, para darnos cuenta de la estupidez que suponen eso pensamientos que se imponen, los que adoctrinan tras tipos con la pistola en la sobaquera.

El eje sobre el que se vertebra el libro es la naturaleza de la jerarquía y sus límites, que hasta ahora hemos asumido como rasgos inmutables en la condición del orden humano. Graeber no deja de recordarnos, recurriendo una y otra vez a fuentes antropológicas, que no siempre el orden ha estado organizado como ahora lo conocemos. En realidad, el espíritu que late es optimista, porque ese recuerdo nos lleva a deducir que las posibilidades alcanzan tan lejos como seamos capaces de imaginar, porque el mundo no es la descripción que hacemos de él. Frente al lugar común de la organización, Graeber coloca la inmensidad del conocimiento y la creatividad. Lo importante es mantener abiertas las puertas a otras posibles opciones, un pluralismo que atañe también a esa parte de la inteligencia que es la voluntad.

Hay fórmulas, datos y actos que nos remiten a una posibilidad diferente, y a partir de ahí construir una teoría social crítica. Decimos crítica porque significa afectar a los tópicos, a lo que damos por supuesto que no puede ser de otra manera. Pero es básicamente creativa y fruto de la curiosidad, esas dos virtudes que tanto tienen que ver con el aprendizaje. Al fin y al cabo, como él confiesa, fue importante en su formación crecer en una casa llena de libros e ideas, en un ambiente en el que imperaba la conciencia de las diversas posibilidades humanas.

La primera parte del libro versa sobre los orígenes del capitalismo y el papel sustancial que tiene sobre la configuración de los que consideramos principios básicos, de los que se deducen relaciones sociales, derechos y deseos. En la segunda, que parte de las relaciones de autoridad que han fructificado en algunas regiones de África y las implicaciones políticas que tienen, se reflexiona sobre la naturaleza de la autoridad, remitiéndonos a una sociedad que podemos considerar menos trabada por lo artificial: allí imperan más los vínculos de parentesco y las explicaciones no racionales, entendiendo por racional lo occidental. Las paradojas consecuentes, o lo que nosotros consideramos paradojas, se trataran a partir, nuevamente, de la antropología que examina manifestaciones poco familiares al ojo del observador. La tercera parte surge a partir de la implicación del autor en los movimientos de justicia global y las teorías anarquistas de su formación. Aquí se producirá uno de esos grandes choques culturales de los que uno solo puede salir mejor: «el proceso de consenso que estaba aprendiendo en los círculos anarquistas era en realidad una versión extremadamente formal y consciente de la misma forma de toma de decisiones que había presenciado a diario en Madagascar», y más adelante explica que «mi formación intelectual había inculcado en mí hábitos de pensamiento y argumentación mucho más cercanos a las estúpidas disputas de las sectas marxistas que a algo coherente con estas nuevas (para nosotros) formas de democracia». Así pues, investiga para definir lo que podría ser la auténtica democracia, pero desde la posición de un intelectual, de alguien que se empeña en tener a la justicia global por principio para elaborar un paradigma intelectual.

El Graeber antropólogo se hará cargo de revisar, aunque solo sea a modo de apuntes y a la vista de estas nuevas incorporaciones a su ideario, la historia de la teoría social y la historia de la noción de democracia, convencido de la necesidad del diálogo entre intelectuales más académicos y los que ponen en corazón en la lucha social. En realidad, se trata de dos formas de preocuparse por la condición humana. Lo que Graeber pretende, y consigue, es elaborar un marco teórico en el que se puedan sembrar flores sobre la basura que sacamos cada día a la puerta de casa y que provoca que aumente el tamaño del estercolero. Así es como podemos seguir amándonos. Y el uso de este verbo, amar, es conveniente en los ensayos de Graeber, porque no deja de transmitir pasión, fuerza, verdad.

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