Pan
Knut
Hamsun
Traducción
de Kristi Baggethun y Asunción Lorenzo
Nórdica
Madrid,
2024
145
páginas
Al
inicio de esta novela, Knut Hansum (Lomnel Gudbrandsdal, 1859 – Grimstad, 1952)
nos presenta a un personaje que representa buena parte de lo que queremos ser
en ocasiones de crisis: aquel que hace de la soledad un beneficio buscado,
aquel que la transforma en solitud. El cazador nórdico que vive en los bosques,
en compañía de su fiel perro Esopo, tiene mucho de Robinson, pero también de
Tarzán y, buscando paralelismos por todos lados, hasta de Henry David Thoreau: «Bueno,
yo no mataba por matar, mataba para vivir. Ese día me hacía falta solo un
urogallo, por eso no maté dos, sino que dejé el otro para el día siguiente.
¿Por qué iba a matar más? Yo vivía en el bosque, era hijo del bosque». Esa soledad
se verá interrumpida, pero en su discurso querrá retornar a la calma que ella
supone en cualquier situación: «Me alegro de estar solo, de que nadie pueda
verme los ojos», dice más avanzada la obra. La naturaleza y la lealtad de su
animal de compañía son garantes de equilibrio. Pero el equilibrio es algo que
uno debe mantener, no viene solo.
Un
día aparece en la vida de nuestro cazador la ternura y el deseo sexual. A
partir de entonces, presa de la debilidad que no sabemos si debemos
permitirnos, el protagonista balbucea vitalmente, duda sobre su propia
identidad, como si no supiera si es ese cazador duro y autosuficiente, o el ser
que desea, el que se enamora. Él es un tipo de mediana edad, ella una joven de
veinte años que aparenta quince, y que al igual que él, pero en un terreno más
social, no parece entregarse a nada ni a nadie, no parece tener cuentas que
rendir. Y esta libertad aparente hacen de ella un ser mucho más atractivo.
¿Será posible que seamos incapaces de reconciliar dos formas diferentes de
belleza? Esa dificultad lleva al protagonista a convivir con otros humanos,
momentos que aprovecha Hansum para crear un ambiente coral, una serie de
encuentros con gente de mentalidad mundana que sustituyen a los ruidos y los
silencios del bosque. A partir de entonces, el autor construye una novela que
contiene la tensión de muchas obras clásicas del romanticismo, de todas
aquellas que versan sobre los amores imposibles: «La segunda noche de hierro:
el mismo silencio y el tiempo templado. Mi alma medita». Más adelante nos
presenta actitudes propias de quien sufre mal de amores: «¿Por qué mirar tanto tiempo
el fuego?».
Pan es
una obra que nos muestra lo que supone que alguien te arranque de tu ecosistema.
Lo grave es que la tragedia sucede porque somos débiles, si es que enamorarse,
caer en un amor imposible, es una debilidad. En este caso, eso parece. Y, por
tanto, lo que se anuncia todo el rato es tragedia. La novela comienza con
belleza, mientras paseamos por el bosque, y se va internando en las circunvoluciones
del alma cuando el alma no está tranquila. De hecho, nos dice que seremos
capaces de los actos más terribles, pensando que son actos de amor, porque la
confusión nos supera, dará buena cuenta de nosotros. La obra está repleta de
simbolismos, desde los contrastes entre los medioambientes hasta las estaciones
del año —se conocen y enamoran en primavera y la relación toca a su fin en
otoño—, como sucede en buena parte de la literatura romántica. La editorial Nórdica
continúa recuperando la obra del Premio Nobel Sueco que, confesó, sentía
especial admiración por Dostoievski, y al igual que el ruso le obsesionaba que
el alma humana no fuera capaz de soportar los inevitables tormentos que supone
querer y ser querido, aborrecer y ser aborrecido.
Fuente: Zenda
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