¿Quién
lo cuida?
Joan
C. Tronto
Traducción
de Jean-François Silvente
Rayo
Verde
Barcelona,
134
páginas
Pensamos que la revolución sucede mientras miramos
las estrellas, pero el suelo está lleno de hoyos en los que tropezar, lo cual
nos obliga a prestar atención a nuestros pasos. Esta llamada de atención está
presente en este libro, cuyo subtítulo, Cómo remodelar la política democrática,
nos sujeta a la tierra. Se trata de hacer algo posible, no de cambiar del
todo el planeta. Y la propuesta de Joan C, Tronto (Minnesota, 1952) parte de un
neologismo, concuidado, que es sencillo de entender, pero del que debemos tomar
conciencia, pues una de las partes, la de la política con minúsculas, atañe a
la convivencia y eso supone que es posible. La otra, la de la Política con mayúsculas,
depende de otros cambios, sobre todo el económico.
El
libro es un opúsculo directo en el que se enfrenta a la democracia del mercado
contra la democracia del cuidado, es decir, a lo que llamamos realidad por
imperativo frente a lo que consideramos ideología. Lo cual supone tanto como que
tengamos que elegir entre la estupidez y la belleza. Porque esa realidad
también se construye. Y se puede construir con el concuidado, que es
solidaridad. De hecho, Tronto identifica esta palabra, solidaridad, con democracia,
reclamando que ambas suponen construir una ciudadanía inclusiva de verdad. «El
cuidado siempre está impregnado de poder. Y eso lo convierte en un asunto
profundamente político». Política es la construcción de la polis, que es el
espacio donde convivimos, con todas sus estructuras y ramificaciones, con su
aspecto y su sustancia. ¿Por qué es necesario el cuidado? «En esencia, el
cuidado se basa en la desigualdad. ¿Cómo podemos transformar algo tan desigual
en algo basado en la igualdad?», se pregunta. Y propone una actuación en cuatro
fases: identificar necesidades, aceptar la responsabilidad, aprender a
sobrellevar el cuidado en circunstancias adversas y analizar la situación y los
recursos asignados para mejorarla.
La
mayor traba que estudia es la supeditación a una economía de mercado, que
tomamos como única posibilidad real, mientras que crea grandes desigualdades y
reduce, por tanto, el significado de concuidar: «Con el paso del tiempo, la democracia
de mercado crea una jerarquía antidemocrática y despreocupada por el cuidado entre
los ciudadanos. El recurso más importante para el cuidado es el tiempo. Por
desgracia, no todo el mundo dispone de él del mismo modo. Los profesionales
trabajan muchas horas, pero también los pluriempleados que cobran un salario
mínimo. Los trabajos mal pagados van acompañados de menos beneficios, menos
días por enfermedad y menos días de libre disposición. Aunque el trabajador
profesional disponga de poco tiempo, cuenta con más recursos para atender sus
necesidades asistenciales». Para que la propuesta de Tronto sea posible, hay
que construir un sentido de propósito común, una comunidad, tal vez una tribu: «Tenemos
que dejar de creer que “el mercado” satisfará todas las necesidades
asistenciales (…). Los ciudadanos democráticos tienen que preocuparse lo
suficiente “por” el cuidado para comenzar a cuidar “del” cuidado. Tenemos que
exigir que las responsabilidades asistenciales se reasignen de conformidad con
nuestros otros valores, tales como la igualdad y la libertad». Este texto deberíamos
colocarlo a la cabecera de nuestras camas, junto al calendario laboral, pegado
a la pantalla de la tele, para tenerlo siempre en cuenta, porque nos recuerda
que la democracia debería ser un sistema de respaldo humano, cuya principal
virtud es la solidaridad.
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