miércoles, 13 de diciembre de 2017

CRÓNICAS DE LA AMÉRICA PROFUNDA

Crónicas de la América profunda
Joe Bageant
Traducción de Pablo Manzano
Lince ediciones
Barcelona, 2017
264 páginas

Nos enfadamos y lo decimos a todo volumen: “Con la mitad de su población situada en la alfabetización mínima y el analfabetismo funcional, la verdad está condenada a caer bajo la guadaña del rumor y el deseo lascivo del espectáculo”. Eso escribe Joe Bageant en el capítulo dedicado al fundamentalismo religioso, ultracristiano y ultraconsevador, estúpido y profundamente egoísta, de este libro que es un retrato de la región de un país que decide la política mundial. El libro, digámoslo ya, es tan demoledor como los documentales de Michael Moore, pero con mucho más estilo. De hecho, contiene grandes dosis de literatura: con el estilo del verbo hablado, el análisis del pensamiento de las masas y la facilidad del hombre como rebaño, el porqué de acogerse voluntariamente a la falta de criterio, y el contacto directo que establece puenteando el retrato de la América sin otra voluntad que la reaccionaria porque sí, y el lector que descubre lo que temía, es literatura. Es crónica y es sociología, pero es antropología y es, con todo, humor. Porque Bageant tiene dos opciones: o refugiarse en el humor o morir descalzo. Eso de morir con las botas puestas, es otro de los tópicos de arrabal de un territorio que confunde la dignidad con la tradición. Y la tradición la inventaron ellos sobre la ignorancia.
Uno ha visto miles de veces los fabulosos dibujos de Norman Rockwell, pero en contadas ocasiones se ha preguntado por la realidad de esos individuos y por cómo serían las cabezas de sus herederos. Aquí está la respuesta, en esta clase obrera que presume de clase media y que vive con poco más que lo puesto y un saco de palomitas de maíz. Bageant se toma muy en serio el trabajo de composición de este libro. Él viene de esa América y se pregunta cómo es posible que ellos elijan seguir en ella. Los conoce bien, pero pretende conocerlos mejor, de ahí que viaje y se instale de nuevo en la región de su infancia. Estudia el fenómeno de la globalización y cómo les afecta, la miserable vida en las caravanas que aparece en las películas casi como un idilio zen de tanta austeridad, la cultura de las armas, el estado teocrático y la impermeabilidad tozuda, lo que él llama gulags para ancianos y pobres y, en definitiva, el teatro sobre el que se representa la vida americana, un hechizo en la pantalla, un holograma para la gente que no pone en marcha la materia gris ni la empatía por quienes viven a miles de kilómetros.

Aunque el artículo comienza con un despecho de rabia, Bageant siente piedad por ellos. Pero la piedad es un mal sentimiento. La piedad la puede sentir el rico sobre su siervo, por ejemplo. O, en este caso, alguien que ha conocido mundo y lo ha estudiado, y se da cuenta que eso que se conoce como ser una persona de principios es muy peligroso. Los principios se los han impuesto y son inamovibles, hasta el punto de presumir de ignorancia como parte del orgullo nacional. Si es que saben qué quiere decir nación, fuera de aplaudir al final de las películas de Rambo. Bageant explica, en la medida que puede, la política desde el punto de vista del ciudadano pequeño: el neoconservadurismo zombi, los esquemas simplistas, las consignas reiteradas que creen salvar conciencias. Todo ello, denuncia, es propaganda administrativa. De esta manera, en la América profunda, lejos de los lugares donde pudo existir algún movimiento altermundista, se establece un estado feudal en el que el señor se llama Wall-Mart. Y Wall-Mart, Monsanto o Facebook, nos han convencido de que la estatización es abominable. Pero la estatización implicaría mayor gasto social y cobertura médica. En la América profunda, eso es una aberración. Ellos creen que lo ideal es vivir con endeudamientos criminales y sueldos de hambre, viendo la Fox y sembrando de patriotismo los discursos de los profesores en los colegios. Incapaces de entender que otros sistemas de valores contengan tanta o más moral que el suyo, los habitantes de la América profunda se aferran a la teología del fin de los tiempos. Este libro lo describe con inteligencia y humor, pero lo denuncia con lástima. Porque no encuentra la puerta de salida.

Fuente: Culturamas

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