Maquis
Alfons Cervera
Piel de Zapa
Barcelona, 2022
204 páginas
En el catálogo de odios
humanos destaca el teológico, que suele producirse entre sectas religiosas, incluidas
las que cuentan sus seguidores por cientos de millones. No se puede discutir la
palabra del líder, que es quien va a poner el suelo bajo nuestros pies, quien
evita que nos sieguen la yerba bajo las suelas, la persona que mejor sabe cómo
debemos sostenernos sobre nuestras piernas y que es inquebrantable, un tipo que
jamás comete errores. Una sola palabra suya, o una sola palabra contra él,
basta para que se condene a la hoguera a miles de infieles. A pesar de ello, el
odio contra él, como casi todas las formas de odio, libera, porque cuando todos
los demás recursos se nos han agotado, cuando parece que ya nada nos indica que
debemos seguir existiendo y sabemos que existir supone una lucha, queda la
rabia.
Será ese último recurso,
que es tan humano y al que nos gustaría no tener que acudir jamás, el que ponga
en marcha las decisiones de estos personajes, de los que tuvimos noticia ya en
1997, cuando se publicó la primera edición. Ahora Piel de Zapa recupera Maquis
en edición conmemorativa, veinticinco años después, y comprobamos que apenas ha
cambiado nuestra sensación al leerla. La vida nos viene en fragmentos y es un
suceso coral. Ese es todo el plan que nos puede ofrecer. Las novelas, por su parte,
sí obedecen a un plan previo, a unas intenciones, a un propósito. Maquis
cumple la doble función de responder a un planteamiento novelístico, con sus
recursos perfectamente medidos para dar pie a la emoción del miedo y la espera,
y con la figuración de responder a un trozo de vida, fragmentada y sin final.
La escritura sigue
reproduciendo el ambiente de época, con su sencillez y a la vez con su trabajo eligiendo
bien el lenguaje, cuidándolo, sin adornos y con riqueza. Sus cualidades no han
cambiado. Aunque sí las previsiones con las que ahora podemos leerla, que han
transformado esta obra coral en algo más coral aún, pues ya no es la historia
de estos hombres y de estas mujeres, sino que representa la historia de muchos
hombres y de muchas mujeres. Volvemos a la idea de las gargantas silenciadas
que todavía imploran por un espacio. La necesidad de recuperar esta obra es
evidente, pues nos habla mucho mejor de tantas cosas de el pasado que los
artículos de prensa y las leyes y los debates sobre las leyes.
Porque la novela funciona
en un grado más humano, menos administrativo. Aquí volvemos a enfrentarnos a
los principios morales de los hombres que marchan a luchar contra el fascismo, sin
apenas recursos, emulando a los bandoleros. Pero también con la ética de las
mujeres que, como Penélope, esperan y que, como María Magdalena, intentan
librar del sudor a los condenados. Estuvieron en la sombra por culpa de la
tradición y de las maldiciones de la posguerra, que parecen dos males entrelazados
como la planta trepadora al tronco del árbol. Volveremos a recomendar la
lectura de esta novela, que no dejará a nadie con mal sabor de boca, por su
calidad literaria, y ayudará a entender la humanidad que acompañaba a tantos
desfavorecidos a los que no les quedaba otro recurso que no fuera la rabia.
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