viernes, 1 de septiembre de 2017

DEL DOLOR Y LA RAZÓN

Del dolor y la razón
Joseph Brodksy
Traducción de Antoni Martí García
Siruela
Enero, 2015
383 páginas

Elijo el dolor


El título del libro, extraído a su vez de uno de los ensayos, no supone que un término elimine al otro. Pero al leer a Joseph Brodsky (San Petersburgo, 1940 – Nueva York, 1996), al poeta, al viajero, al prosista, se tiene la impresión de que entre el dolor y la razón pondría en primer término al dolor. Y no porque su obra trate de alguna suerte de masoquismo, de irritación o de nostalgia. Se trata, más bien, de que el dolor se encuentra más cerca del ser sentimental que la razón. Se trata de una identificación de la inteligencia con las emociones antes que con la lógica científica. Y las emociones, incluso las más agudas por su belleza o alegría, contienen una afectación que de alguna manera podríamos calificar siempre como dolor. “El sentimentalismo debería verse como un medio de conocimiento (…) Pues el sentimentalismo es carne de la carne”, afirma, tras asegurar que él es un hombre de su siglo y que en su siglo, el XX, ha producido más obras caracterizadas por el sentimentalismo que ningún otro.
Memorioso, reflexivo y humilde, Brodsky es un extraño en el mundo literario. Porque su humildad no proviene de reflexionar con la razón o solo con la razón. Su prosa destila una sabiduría poética, es decir, un estilo en el que las palabras son conceptos pero no solo conceptos para entender el mundo sumando conceptos a conceptos. Sino para entenderse con el mundo. Y esa forma de entendimiento le lleva a creer en el individuo, a considerar que el dolor, la emoción, es una fuente de aprendizaje de mayor calado que la inteligencia lógica y la ciencia. Hasta el punto de integrar al sentido de culpa como fuente literaria. Y hasta el extremo de buscar la belleza en cualquier acto que no sea necesariamente literario. De esta forma, sus ensayos parten, como en Montaigne, como en Jean Améry de la intuición. Y la intuición es hija de la experiencia. Entre la carne humana y los libros de texto, escoge la carne humana. Y reniega de eso que en algún momento califica como burgueses mentales.
Sus ensayos son buenos ensayos en el mismo sentido que existen buenos hombres. Parte de que la verdad está en ser libres antes de aprender para no defender con la razón lo obvio, lo heredado, lo aprendido en un mundo injusto. Brodsky pertenece a la extraña categoría de sabios que obtuvieron un premio Nobel.
En cuanto al contenido de los ensayos, existen varios de interés universitario, como el que da título al libro, en el que se desmenuzan poemas del hipersensible Robert Frost, refugiado en técnicas literarias. En esta línea se estudia también a Horacio, a Thomas Hardy o a Rilke. Siempre leyendo de cerca y de lejos, minucioso pero sin perder la idea general de la obra de estos autores. Aunque quizás los ensayos más interesantes versen sobre otros temas. Como los recuerdos de su formación sentimental en Botín de guerra. La desmitificación del exiliado literato en La condición a la que llamamos exilio. La idea de que depende de nosotros que hasta el aburrimiento sea susceptible de creación (Elogio del aburrimiento), en tanto que no hay creatividad posible en aquello que infunde terror (El maullido de un gato). El desprecio a la idea de traición reflejado en la figura del espía que es Pieza del coleccionista. La defensa de que la poesía no puede destruir la pobreza, pero sí combatir la ignorancia y constituirse en un seguro contra la vulgaridad del corazón, en Una proposición inmodesta. La negación del rencor como seguro de vida en Carta a un presidente. El estudio de nuestra relación con el pasado, la idealización del solitario y la ética melancólica en el Homenaje a Marco Aurelio.
Perdido entre otros seres humanos, Brodsky, tan humilde como digno, resume la sinceridad que surca su literatura afirmando que “cuando sentís dolor, sabéis al menos que no habéis sido engañados”. Otra lección de un maestro.


Fuente: Quimera

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