Grecia, viaje de otoño
Xavier Moret
Península
Barcelona, 2016
333 páginas

Y también está presente la luz que emana de un sol de otoño purísimo. Y el dictamen de que el tiempo debería transcurrir a una velocidad diferente a la que sufrimos. Y él sabe el modo de provocar que eso suceda. Vuelve a Grecia y a las islas de Grecia porque son un estado mental. Si esta frase se aplica con frecuencia a Nueva York, es para definir la metonimia de la neurosis del progreso. Aplicada a las islas griegas se traduce en la antineurosis, en apartar la turbación, en la calma. Moret encuentra siempre los mejores Cicerones, lo cual no es casualidad. Son gente amable, incluido el escritor Petros Márkaris. Son gente que sabe que lo que pesa en el vacío que ha dejado la crisis en un país a medio derruir será la propia gente. De eso es de lo que conviene rellenarlo. Pero Moret busca la soledad con tanta o más frecuencia que la compañía. Porque en la soledad es donde vive la Grecia idealizada, la histórica, la romántica que lee en los templos, en los muros, en los monasterios, en las calles, en los restaurantes, en el paisaje y el mar y, sobre todo, en el cielo. Esa es la Grecia que a él le atrapa, la que acogió a tantos filohelenistas, en su mayoría británicos, a los que también rinde homenaje. Y mientras tanto, mientras evoca un pasado que él no quiere que desaparezca del todo, Moret nos deja su filosofía que es la integración de esa faceta melancólica para que no le impida ser feliz estando solo. Y la felicidad, uno concluye tras la lectura de este bien elaborado libro de viajes, debe ser palpable, debe ser presente.
Fuente: Culturamas
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