Mal tiempo
Juan Villa
Comba
Barcelona, 2023
190 páginas
«Su pío falansterio». Este es el único pero que se puede
poner a este díptico. Juan Villa (Almonte, 1954) es un digno heredero de la
escuela de escritores que hace ochenta años cuidaban tanto el lenguaje. A
medida que uno va leyendo, le surgen en la cabeza nombres como Ignacio Aldecoa
o Ramón J. Sender. Es inevitable, como lo es el preguntarse por qué seguimos
identificando a estos literatos como los mejores representantes de lo que debe
ser un relato o una novela. Villa enriquece el tiempo actual recuperando
expresiones y palabras que nos remiten a otro tiempo, pero que lo hacen con la
necesidad de no perder ese lenguaje, entre otros motivos porque aquello a lo
que se refieren sigue existiendo. Las cosas pueden existir en la realidad tangible
o en la realidad de la memoria. Aquí tratamos con un tipo de memoria que es
colectiva, que es social, que es en buena medida prestada, o es herencia. En
este caso viene desde nuestros padres o abuelos, pero también desde aquellos
que escribieron antes que nosotros. Las dos novelas cortas que componen este Mal
tiempo —Mal tiempo y Los almajos— se inscriben dentro de la tradición realista y la
ambientación rural. Es fácil reconocernos en ellas.
Ambas suceden en las
zonas fronterizas a Doñana, en una Huelva en la que suceden fenómenos posibles
y extraños, como lo es una nevada, que facilitan el empuje que se precisa para
poner en marcha los resortes de la memoria. Ambas historias nos trasladan a los
primeros años de la década de 1940, que supone una posguerra con una
connotación especial: nos hemos alejado del centro, estamos en la periferia de
las consecuencias, donde uno debe trabajar cualquier recurso, pues no hay administración
que administre nada. En la primera de ellas conoceremos un suceso bronco y
luctuoso desde varios puntos de vista, y en el segundo seremos testigos de una
vida gris, que sería depresiva si los personajes, abrumados por la pobreza
consecuente, se pudieran permitir una depresión. La sensación que da, a medida
que conocemos a los personajes, a medida que conocemos lo que sucede y su poca capacidad
para intervenir en lo que sucede, es que se nos esté recordando que en esta vida
apenas decidimos nada. Tal vez ese sea el tema del libro.
«Definitivamente, Mejías le había dado otro portazo al pasado,
otra finta a la memoria, y parecía decirle a Fabián que lo imitara, que la
salud de las cabezas se fragua en la pira del olvido». La cita nos recuerda la importancia de la memoria, que podría
ser riqueza, pero es piedra en el camino. Será ese tono de memoria el que se
vaya imponiendo, el asunto que más parece preocupar al autor, creando, con
mucho acierto, una atmósfera que posee el calor de los mejores recuerdos, a la
par que la turbiedad de los peor que sale de nuestras voluntades. Los adjetivos
agrupados de tres en tres o las comparaciones constantes, ayudan a que nos
sumerjamos en este mundo sepia y arisco. Recuperar el aliento de Aldecoa o de
Sender es uno de los proyectos literarios más decorosos que se nos pueden
ocurrir en estos tiempos, tan dados a frases cortas y potentes, y con frecuencia
tan mal construidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario