Antracita
Valerio Evangelisti
Traducción de Francisco
Álvarez
Hoja de lata
Gijón, 2023
410 páginas
El mito es Jesse James o
Pat Garret, pero también es el aburrimiento. En cierta medida, hemos reunido
ambos tipos de mito en un solo cuenco al que podríamos colgar el apelativo de
burgués: leemos o vemos y escuchamos las narraciones sobre Jesse James, o Pat
Garret, para matar eso que conocemos como aburrimiento, que es un pequeño lujo
al alcance de quien tiene la vida resuelta. Y lo que creamos son una suerte de
lugares comunes que nos reconfortan al reencontrarlos y damos por bien
amortizado el tiempo que pasamos junto a ellos. Habría que liquidar un poco esos
dos mitos y pensar que el entretenimiento está al alcance de todos, incluso de
aquellos que prefieren encontrarse con tipos que son la cara oculta de Jesse James
y de Pat Garret. Valerio Evangelisti (Bolonia, 1952 – 2022) crea a su
personaje, Pantera, un pistolero mexicano en un Estados Unidos irreconocible,
para mostrarnos que esa ambición es posible, y que es posible esa empresa con
éxito.
Para ello nos lleva a un
país en el que los inmigrantes parecen ser los únicos pobladores. Sabemos que
se trata de una época en la que el territorio estaba construyendo su identidad,
pero ese es otro mito, porque la realidad es preguntarse a lomos de quién se
construye ese contenido abstracto, del que disponen a su antojo los manipuladores,
que se conoce como identidad nacional. Aquí todo el mundo parece estar en
batalla contra todo el mundo, aquí no hay nada que no sea lucha y
supervivencia, desde el estrato más bajo de la humanidad posible, teniendo en
cuenta que la humanidad está condenada a organizarse en sociedad. Estos pobladores
de Estados Unidos serían incapaces de caer en males como la depresión, porque
esa enfermedad es también demasiado burguesa. Sobre esa comunidad humana
Pantera debe realizar un cometido, pues no deja de ser un pistolero a sueldo, y
en la confusión va conociendo los puntos de vista de cada una de las facciones,
desde las de los más desfavorecidos hasta las de quienes sólo entienden de
estadísticas. En realidad, una de las claves que nos mantiene atados a la
lectura es que el encadenamiento de sucesos, constante, y a veces agotador,
supone enfrentar a Pantera al destino, y comprobamos cómo se maneja en el filo
del tipo duro, que es dueño absoluto de lo que está sucediendo y sus
consecuencias, o cree serlo, y de quien aprende que los giros de los planetas
humanos están lejísimos de poderse controlar. Nada es domeñable, pero no
podemos dejar que el viento sea el dueño de nuestros actos.
A lo largo de la novela
serán docenas los personajes que salgan y entren, pero Pantera permanece y se
mueve, y nos va cartografiando un país embarrado. Vemos cómo viven los
humillados mientras él consigue salir de los apuros gracias a un ingenio que es
fruto de la atención. Y a la fe en esa alma que lleva por fuera, en el fetiche
que le acompaña y que le vigila, o está convencido de que le vigila y apoya. La
sugestión es buena parte de la materia de la que se compone nuestra autoestima.
Evangelisti no sólo
compone una novela contra el aburrimiento, sea o no mítico, sino que además nos
expone que sigue siendo posible combinar trama y conflicto. Pantera deberá ir
descubriendo los vínculos que se han establecido entre los personajes, cada uno
de ellos atado a sus principios de clase o tribu, que son muy complejos,
mientras asistimos a una serie de miserias sociales que no sabemos bien si se
están combatiendo, controlando o, sencillamente, maldiciendo. Y en esas
miserias sobreviven como pueden personas que ni siquiera pueden permitir caer
en una ligera depresión.
Fuente: Zenda
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