Pequeñas labores
Rivka Galchen
Traducción de Inga
Pellisa
Tránsito
Madrid, 2023
170 páginas
Que
nazca un bebé se asemeja bastante a crear el universo. En cuanto ves su rostro,
da la sensación de que estuvo siempre allí. ¿Puede existir una paranoia
salvífica? Tal vez sí, y tal vez tenga que ver con nuestra capacidad de crear
vida. Nuestros días no transcurren en silencio, pero esos ruidos podemos
interpretarlos como un conjunto armónico, a pesar de que sólo escuchamos
fragmentos, piezas deslavazadas que reflejan distintos humores. Debemos
repetirnos que en el caos, que es como nos llegan los sonidos, también hay
armonía: lo podemos comprobar cada noche, con la experiencia visual que surge
al levantar la mirada para ver las estrellas. Para mirar las estrellas debemos,
eso sí, bajarnos de nuestro trono de oro y apartarnos de la contaminación
lumínica. Así es como Rivka Galchen (Toronto, 1976) afronta la experiencia de
reflejar la armónica convulsión interna que supone la llegada de un hijo, alejándose
de los púlpitos intelectuales para buscar la armonía de la música, que llega en
ese caos de emociones que intentamos siempre, en un intento que siempre
fracasa, traducir a palabras, a sonidos, a música. En realidad, el cuerpo de
estos textos es pura poesía.
¿Somos
directores de escena o somos actores? La pregunta puede provocar resistencia o
puede ser el origen de las dudas que nos llevan a buscar belleza. La duda es,
posiblemente, el asunto que más ocupa a Galchen en esta obra. En realidad, la
duda y la extrañeza van ligadas, y ser madre por primera vez puede ser muchas
cosas, la mayoría buenas, sin detritus, pero nos lleva directos a un mundo
extraño. El sol, eso sí, sigue saliendo por el horizonte cada mañana y nosotros
sabemos que ese instante de pureza no se puede comprar en el mercado. Además, los
cerezos florecen en primavera y esto nos remite a los grandes referentes literarios
que aquí ocupan la cabecera de Galchen, que son El libro de la almohada
y La novela de Genshi. La apuesta por intimar con la observación y con
la delicadeza es patente, y Galchen consigue resultados soberbios en ese
ámbito. Pequeñas labores es un libro que se le ha impuesto a su autora,
una serie de textos breves que obedecen a necesidades y reflejan que las respuestas
no están en la literatura, pero que la literatura nos acompaña en la búsqueda
de respuestas. Es imposible no ser consciente, veinticuatro horas al día, de
que la vida contiene mucho de absurdo, una sentencia que no nos deja a merced
de ningún destino ni de ningún dios caprichoso, porque también sabemos que
existe la moral del mar y la verdad de las flores.
La prosa de Galchen está
al servicio de este tipo de pensamiento, de una construcción de filosofía en
breves retazos y sin intentar construir impresiones aforísticas. Es difícil
subrayar una frase concreta y es imposible no sentir la tentación de subrayar
párrafos enteros. Iremos reconciliándonos con la idea de ser madre, que es una
barbaridad y es un hecho natural, y en la idea de escribir para intentar hacer
literatura, que a la hora de la verdad sólo sirve para facilitar el contenido
de vivir que no es la felicidad, sino la búsqueda de la felicidad. Este es el
carácter de estos textos de Rivka Galchen que con tanto acierto nos trae la
editorial Tránsito.
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