El valor de la atención
Johann Hari
Traducción de Juanjo
Estrella
Península
Barcelona, 2023
442 páginas
La atención supone
afecto. El afecto es la cualidad más humana, posiblemente la que necesitemos
para existir una vez resueltas las necesidades de comer, beber agua, tener
techo y dormir. El antónimo de la atención es la ansiedad. La ansiedad liquida
el deseo de aprender, la curiosidad, cualquier forma de placer; provoca
anhedonia e impide relacionarse con los demás. En realidad, aunque Johann Hari
(Glasgow, 1979) trabaje en la divulgación a partir de entrevistas y lecturas
científicas, mantiene un concepto de la atención muy oriental: no es imposible
trazar una idea que una su concepto con el del Chi, pues el Chi
nos remite a la energía que une la existencia de la vida con el equilibrio
interior. La vida se ha llenado de furia, nos recuerda en varias ocasiones
Johann Hari, y lo que necesitamos es compasión.
El valor de la atención es un libro magnífico, por su
solidez, por sus pretensiones, por su redacción, por su composición. Tal vez no
por su intrepidez, pero no se trataba de ser intrépido: Hari pretende dar forma
a lo que de alguna manera todos intuimos, o al menos todos los que se han
detenido a meditar un momento sobre qué está sucediendo. Sobrevivimos a una mayor
velocidad; recibimos estímulos fragmentados; nos importa más tener razón que
escuchar; estamos muy fatigados y dormimos poco; nos aturden con soluciones
para no abandonar los teléfonos móviles ni las redes sociales; nos alimentamos
mal; las ciudades no están pensadas para los atributos humanos, ni siquiera para
hacer ejercicio; confinamos a los niños y les sometemos a instrucción en lugar
de educar. Estos son algunos de los males que Hari va denunciando a lo largo de
una larga temporada de investigación. Los demás hemos podido intuirlos, pero él
se sumerge en el problema, porque es capaz de encontrar un nexo en todos ellos
y lo califica como crisis de atención, y resuelve recorrer medio planeta
encontrándose con científicos que los han analizado. No sólo topa con
neurólogos, sociólogos o psiquiatras, también con emprendedores arrepentidos o
madres escarmentadas, gente que tras un batacazo biográfico ha respondido
llevando a cabo iniciativas positivas, que resuelven parte de esa crisis de
atención. Entre ellas están los proyectos pedagógicos y las limitaciones a los
algoritmos.
Si uno pretende hoy
cumplir con todos los ritos de la modernidad, carece de tiempo y se condena al
estrés. Esa modernidad es una construcción social, es decir, algo que se ha ido
pactando entre la gente. Pero no parece que se trate de pactos entre
individuos, pues da la sensación de que hay una manipulación muy interesada en
este proyecto. Esa manipulación obedece, como no podía ser de otra manera, a
los intereses de los más poderosos, al interés financiero de algunas personas.
Hari terminará por maldecir el crecimiento económico, al igual que lo maldicen
quienes combaten el cambio climático. A lo largo del libro, Hari expone soluciones
individuales, sugiere formas de equilibrio para contrarrestar el acoso. Pero
nos advierte de que estas apenas ayudan a la supervivencia de la atención, del
Chi. En realidad, el problema es esa modernidad, ese mundo construido que puede
resultar cómodo, pero es tan ingrato y nos provoca angustia, dolor. Reclama los
momentos de plenitud, explicando que jamás han tenido su origen en lo que
caracteriza este modo de vida, pasivo y con estímulos alternos. Lo que nos
merecemos, y que nos es tan esquivo, concluye el lector, es el descanso.
Descansar supone disponer del tiempo propio para sentir que se respira y uno no
respira hacia afuera, hacia el ordenador o el teléfono móvil: uno respira hacia
el interior, consiguiendo que el tiempo deje de existir. Es por ello que el
libro comienza con una experiencia personal, retirándose varios meses a un
lugar donde abandona toda conexión superficial con la realidad, para centrarse
en la calma, en ver el mar y dar largos paseos sin tentaciones de interrupción.
Ya no está de moda ser
neurótico. Y, sin embargo, no somos otra cosa, y eso nos hace presa de las
peores influencias, y cómplices de la furia. Esa es la pretensión principal de
este libro, que debería leer todo el mundo para darse cuenta de lo importante
que es ponernos de acuerdo a la hora de programar y proyectar una vida.
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