Diez
aves que cambiaron el mundo
Stephen
Moss
Traducción
de Francisco J. Ramos Mena
Salamandra
Barcelona,
2025
381
páginas
Dentro
del cerebro humano se cuecen juntas las razones y las querencias. Es posible
que el mismo científico que investigue los límites del universo, abierto al
debate sobre los límites del mismo y de las posibilidades que le ofrece los
recursos de su ciencia a la hora de explorarlo, se enajene cuando el asunto
trata sobre el fuera de juego con que anularon el gol de su equipo. Es posible
que ese matemático atribulado que continúa indagando en el teorema de Fermat,
respondiendo una por una y justificadamente a cada oportuna solución coja que
le llega por correo electrónico, se vuelque a degüello en beber del porrón en
las fiestas de la patrona de su pueblo y no entienda que los demás no
comprendamos esa tradición. De ahí que sea tan loable encontrar a un autor que
combine, y además añada un saber hacer literario, la razón científica con los
grandes amores.
Este
es el caso de Stephen Moss (Londres, 1960) que nos regala un texto brillante, inquietante
y adorable a partir de las indagaciones que le sugieren la selección de diez
aves diferentes. El libro, digámoslo de entrada y sin cortapisas, destaca por
su sencillez a la hora de leerlo, y por sus sugerencias que caen en la mente
del lector como las piedras en el estanque, provocando hondas que aumentan su
capacidad de estar sobre ascuas. A uno no le cabe el corazón en el pecho cuando
va leyendo este libro, en el que cada una de las diez aves seleccionadas guarda
relación con aspectos que tienen que ver con nuestra humanidad y con la
humanidad y sus vínculos con el mundo: el cuervo, la paloma, el pavo, el dodo,
los pinzones de Darwin, el cormorán guanay, la garceta nívea, el águila calva,
el gorrión molinero y el pingüino emperador.
Viajaremos
con Moss por diferentes regiones del planeta —China, Estados Unidos, Antártida,
Mauricio, Galápagos, etc.—, pero viajaremos también con él por diferentes
momentos de la historia, en los que las circunstancias y actuaciones de los hombres
condicionaron nuestra relación con la tierra y entre nosotros, valga la redundancia.
El conocimiento con que se expresa Moss es ecléctico y divulgativo, es
diletante y sencillo. Y nos enseña a rellenar lagunas en los aspecto sobre los
que va versando cada capítulo: la mitología y las leyendas como fuente de
conocimiento y condicionamiento; la comunicación y el entendimiento entre seres
humanos; las fuentes de alimentación y cómo afectan al desarrollo social; la
extinción y la importancia, consecuente, de la conservación; la evolución y las
cuestiones que siguen surgiendo de un tema que, a su vez, no cesa de
evolucionar; la agricultura y la economía de recolección, incluidos los efectos
devastadores de la esclavitud; la necesidad de la conservación frente a las
aniquilaciones sin sentido; la influencia de la iconografía en la política; el
orgullo desmedido de los dictadores que implica la no escucha de los
científicos y el sufrimiento para todos; y, finalmente, la emergencia
climática, un tema que atraviesa el libro entero, pero que Moss trata de eludir
hasta llegar al último capítulo, el del pingüino emperador.
El
libro es maravilloso. El efecto sobre el lector no puede ser más magnético, y
uno sabe, a ciencia cierta, que el capítulo más interesante es el que está
leyendo en ese momento. Como sabe que cambiará de parecer tantas veces como
vaya regresando a capítulos ya leídos. Se trata de una obra apta para todos y
que ojalá encuentre a todos los lectores.