viernes, 2 de junio de 2023

UNA CARPA BAJO EL CIELO

 

Una carpa bajo el cielo

Liudmila Ulístskaya

Traducción de Yulia Dobrovólskaya y José María Muñoz Rovira

Automática

Madrid, 2023

750 páginas



 

El mundo cultural frente al poder, que es tanto como decir aquello que tiene rostro, imagen, voz, frente a una opresión que se parece a una entelequia, al aire, a la amenaza de los anónimos. Bajo esta atmósfera se construye esta gran novela, en la que Liudmila Ulítskaya (Urales, 1943) ha volcado toda la experiencia de lo vivido, de su biografía y de la de los que la han rodeado. Estamos en una URSS que va evolucionando, desde el principio del siglo XX hasta su última década, y la URSS será, eso sí, el Estado, el poder. Porque se nos enseñará a separar este concepto de otros que comparten con él geografía y población, como son patria o país: el primero mucho más emocional, y el segundo con tintes antropológicos, sociales, étnicos, culturales. De esta manera, iremos leyendo mientras no cesaremos de cuestionarnos si la historia contemporánea es la nuestra o es la oficial, es la de las personas o la de los libros.

Tres niños, con alma de artista, sufrirán acoso escolar, y así desde el inicio de sus vidas, y de la novela, sabremos que los protagonistas, y con ellos nosotros, están a la intemperie. Bajo esta presión sabremos que a la escuela uno acude para aprender lo real, la realidad, y a sobreponerse a ella, pero no a derrotarla. En la adolescencia tendrán un despertar sexual acompañado por el despertar a la literatura, y sabrán que la utilidad de ser rebelde es la de sentirse vivo. Su profesor, que educa fuera de lo formal, será un modelo vital. Al paso por la adolescencia se harán necesariamente independientes, saldrán al resto del mundo, y sufrirán aún más intemperie, topándose con eso que llamamos sistema, esos acuerdos impuestos y esa obediencia a una jerarquía que pasarán a tomar el lugar de los acosadores. Nuestros protagonistas, y con ellos la gente que les rodea, sus amigos, sus amores y sus desamores, siguen creciendo y siguen aprendiendo y descubriendo que es mucho lo que les falta por saber, sobre todo para aprender a disfrutar, que es un verbo imposible. Hacerse mayor duele. Uno se pregunta, ante tantas trabas, si de verdad es posible madurar. Y así llegamos a conocer que de entre todos los temas que atraviesan esta novela, que está construida con muchos estratos, quizás el más contundente sea la necesidad de aprender, es decir, la necesidad de crecer.

Nuestros personajes sufren el síndrome de Ulises sin abandonar su tierra: tristeza, baja autoestima, anhedonia, tensión, cefaleas, fatiga crónica. Están desolados. No se les permite vivir, a pesar de lo cual no cesan en el empeño. En lugar de felicidad, lo que existe es el deseo de ser feliz, con las consecuencias que esto supone y que se combate con pastillas de alprazolam. Buscan la amistad como única salida posible, como última justificación para concluir que merece la pena vivir, como estrategia que les permita entender que conservan la dignidad, que están derrotados, pero no domados. Su heroísmo consiste en intentar no perder el juicio, en un lugar que como organización, es decir, como Estado, ya perdió el suyo. Es URSS será una cárcel que va incrementando las versiones del horror a medida que van haciéndose mayores nuestros protagonistas.

Sin alardes formalistas, pero con una estructura compleja, atendiendo al pasado, del que se extrae el amor y el odio que uno precisa para transformar la emoción en literatura, Ulístkaya escribe una obra que se construye con mucha observación y con un sensato proceso de decantación. Es histórica, porque lo mismo que afecta a la historia afecta a los personajes, se entrelaza con ellos, les impone y genera conflicto. Y es realista, porque atiende a cuestiones como de dónde sale el dinero, de dónde emana el poder y la autoridad. Es coral y refleja una cartografía humana y temporal. Y es, sobre todo, muy vital.

 

 Fuente: Zenda

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