¿Ha muerto mamá?
Vigdis Hjorth
Traducción de Kristi
Baggethum y Asunción Lorenzo
Nórdica
Madrid, 2022
342 páginas
Para sanar tus días y
poder entregarte a la libertad y a la imaginación (aunque en realidad la única
libertad que poseen los hombres es la de la infinita imaginación) uno debe
vaciar las maletas. Hay que revisar cada prenda del pasado que llevas contigo y
a las inservibles lanzarlas a un contenedor. No es una tarea fácil, pues uno da
por supuesto que pegado a ese calcetín que llevabas el día que te pegaron en el
colegio está el cariño de tus padres a la hora de sanarte. Uno lo da por
supuesto, pero tampoco termina de saber si lo ha vivido o lo ha soñado. Los
sueños expresan muchos de nuestros deseos, entre ellos el de que vuelva aquel
pasado que tan buenos momentos nos dio, pero no dejan de ser sueños y deseos. Nuestra
verdad es otra y en ella puede contenerse algún amor contrariado. Incluso la
falta total de amor entre padres e hijos, algo que no debería ocurrir jamás y
que, sin embargo, ocurre.
Cuestionarse ese grado de
amor es lo que hace la protagonista y narradora de esta novela, en la que
Vigdis Hjorth (Oslo, 1959) retoma el tema de las relaciones familiares, que parece
no pretender resolver. Somos un nido de dudas con lo más cercano, y creemos conocer
nuestra verdad. Pero lo que conocemos son los argumentos de autoengaño que nos
sostienen.
«Queda lo peor, pero lo más largo está hecho. Mi padre ha
muerto, y yo creía que mi madre había muerto dentro de mí, ¿por qué quiero
resucitarla? ¿Es eso lo que quiero? Si quería estar alegre y contenta, tenía
que olvidarme de mi madre y de mi padre. Decirle a mi corazón que se
tranquilizara detrás de las costillas, ¡no te retuerzas tanto, corazón! Pronto
iré donde está mi verdadera madre, el bosque en el que he construido mi nido.»
Nuestra protagonista
regresa al lugar donde residen su madre y su hermana, del que huyó hace muchos
años y sobre el que quiso saldar cuentas a través de los cuadros que pinta. Entre
su obra hay una serie sobre madre e hija que terminará por ser una maldición,
una condena, pues ni la hermana ni la madre quieren perdonar las
interpretaciones que provocan esas obras. El odio y el rencor serán mucho más
potentes que el cariño, si es que ese cariño existió alguna vez. Esa es,
posiblemente, la cuestión que la lleva a buscar desesperadamente un último
encuentro con la madre. Hjorth nos lleva a una novela de situación, pues no
ocurren demasiadas cosas fuera de la cabeza de la protagonista. Pero la intriga
acerca de los motivos de la huida y las razones del odio, dosificadas en episodios
de distintas extensiones, desde varias páginas a una frase, son suficientes
como para mantener nuestra atención. Mientras aguardamos, revisamos un poco la
infancia y la adolescencia. Tal vez en la etapa de madurez del hombre no seamos
capaces de hacer otra cosa.
«Yo creía que estaba dibujando a mi madre, pero me dibujaba a
mí misma, creía que indagaba a mi madre, pero me indagaba a mí misma, ¿no me
acercaba a mi madre y al mundo de mi madre con mis lápices, sino solo al mío?
Obviamente no era un pensamiento nuevo, pero de repente se volvió concreto y
claustrofóbico, ¿nuca podría sentirme cercana a nadie?»
El resultado es una
rebelión contra el mito del hijo pródigo. La vida es contradictoria: nada es
del todo bueno ni malo del todo, pero lo que es casi seguro que se dañará, será
la cordura. No se pretende matar a la madre, pero no parece que la madre
muestre muchas otras opciones. En esta novela Hjorth nos muestra que la literatura
no salda cuentas de nada. Al menos no para el autor o para el narrador. Pero
tal vez sí para el lector, que consiga madurar un poco más las relaciones familiares,
que se alejan tanto del mundo de los sueños y de los deseos.
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