España pagana
Richard Wright
Traducción de Sandra
Caula
Big Sur
Barcelona, 2022
375 páginas
Un periodista americano
decide visitar la España de 1952 sin saber una sola palabra del idioma que se
habla en este país. De hecho, al igual que desconoce el idioma, desconoce casi todo
lo demás: la cultura, la maldición de las tradiciones, el espíritu sumiso y el
espíritu subversivo que se esconde en uno u otro lugar, el machismo y el
patriarcado sin trabas. Desconoce todo y todo lo tiene que ir descubriendo.
Debemos admirar aún más a nuestro periodista viajero porque es de origen
afroamericano, y ese color de pie le impedirá pasar desapercibido, que es el
mayor anhelo que tiene quien viaja por motivos que no sean turismo: que nadie
sepa que él ha pasado por ahí.
Para incrementar el
impacto que recibe, al poco de estar en nuestro país, le regalan un catecismo
falangista. Sabe, eso sí, que tipo de régimen impera y cómo fue que el
totalitarismo de Franco llegó al poder. A costa de demasiada sangre llegó a
gobernar, pero se mantiene a costa de demasiada sangre, no siempre derramada,
pero siempre creando en quien habita el país una claustrofobia sin sentido. Si uno
no comulga con las ideas y la vida que impone el régimen, estará encerrado
dentro de las fronteras y dentro de su propia mudez; pero si uno forma parte de
los seguidores, estará encerrado como encierran las peores sectas las mentes
colonizadas, serviles, estúpidas. Esto lo demuestra a través de la reproducción
de párrafos enteros de ese catecismo, que a fecha de hoy nos resuenan a
caricatura y que nos llevaría a risa si no supiéramos que: a) supuso el destrozo
de la convivencia y justificó muertes y exilio; b) en la actualidad hay voces
que reproducen esas frases y sostienen que son razones, y que al ser lo únicos
que las siguen son moralmente superiores a los demás. Lo cual nos hace pensar
en que la violencia física, la muerte y el exilio, pueden regresar. Alguien
pretende enderezar los torcidos senderos del mundo a partir de un espíritu que
se reconoce como totalitario, humillante, cerril e injusto. No hace falta ser
un especialista en interpretar textos para darse cuenta.
«Suspiré y cerré el libro. Hasta ahora no había encontrado ni
una sola idea práctica. Una cosa era cierta: había algo que molestaba mucho a
estos españoles… Si España quería volver a ser grande, lo que había leído hasta
el momento era la mejor garantía de que es no iba a pasar nunca.»
Eso comenta tras leer: “¿Cómo
nos gustaría ver nuestro emblema? Esculpido sobre piedra como símbolo de
nuestra época. ¿Por qué? Por que sería una prueba manifiesta de nuestra
intención de perdurar.”
Mientras tanto, nuestro
corresponsal nos va narrando un paso por el país en el que destacan los
encuentros, y algunos paisajes, que nosotros, quienes habitamos en él, leemos
como quien se topa con paradojas que ha integrado tanto en su vida, que no se
da cuenta de que pueden ser formuladas hasta que no se las explica alguien de
fuera. Richard Wright no se complica literariamente, escribe con facilidad,
sencillez, como si pretendiera explicar en lugar de convencer. Al fin y al
cabo, el libro trata sore su impresión del país a partir de lo que él ha
vivido. Son muy significativos sus encuentros con mujeres o cómo comprueba su
sumisión obligada; lo son, también, los encuentros con desfavorecidos, lo cual
nos lleva a pensar que no hay peor suerte que ser mujer y pobre en la España de
los años cincuenta.
Fatigado de tanto registrar,
llega un momento en el que Wright tiene que hacer balance, y nos habla de la
desnutrición universal que “resplandece en los ojos tensos de los niños”. «Los cimientos de esta hambre descansan sólidos sobre un
excedente de más de dos millones y medio de trabajadores agrícolas, una escasez
de agua en casi todas partes, carencia de fertilizantes, un suelo desgastado
por un sistema monocultivo y arruinado por la erosión, métodos primitivos de
agricultura, falta de energía y transporte, y un paisaje de roca y escombros».
Wright denuncia la
ingenua actitud pagana hacia la vida que hay detrás de la pobreza local, una
vida que se detiene en exceso en rituales y ceremonias, en la exaltación de la
emoción como el verdadero fin del esfuerzo humano, en la deificación de la tradición.
Y odia la continua mención de la grandeza, el honor, la gloria. Se rebela
contra el continuo adorno del aspecto superficial, la insistencia infantil en
los propios sentimientos como guía de vida o en la formación que condiciona
señalando a unos como superiores espiritualmente. Todo lo cual, denuncia, “encuentra
su sanción y justificación últimas en las prácticas y cánones del catolicismo
español”.
De ahí que tanto
agradezca, y nosotros con él, los momentos en que quienes le acompañan en el
viaje le muestran que detrás de lo que se puede ver, doblando una esquina y
pateando un poco un callejón, hay una humanidad cohibida, pero humanidad, al
fin y al cabo. España pagana es un libro que deberíamos leer todos los
españoles, porque seguimos siendo herederos de una mirada que está encerrada en
sí misma, y Wright nos ayuda a salir de esa esfera tóxica.
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