sábado, 26 de noviembre de 2022

ESPAÑA PAGANA

 

España pagana

Richard Wright

Traducción de Sandra Caula

Big Sur

Barcelona, 2022

375 páginas

 



Un periodista americano decide visitar la España de 1952 sin saber una sola palabra del idioma que se habla en este país. De hecho, al igual que desconoce el idioma, desconoce casi todo lo demás: la cultura, la maldición de las tradiciones, el espíritu sumiso y el espíritu subversivo que se esconde en uno u otro lugar, el machismo y el patriarcado sin trabas. Desconoce todo y todo lo tiene que ir descubriendo. Debemos admirar aún más a nuestro periodista viajero porque es de origen afroamericano, y ese color de pie le impedirá pasar desapercibido, que es el mayor anhelo que tiene quien viaja por motivos que no sean turismo: que nadie sepa que él ha pasado por ahí.

Para incrementar el impacto que recibe, al poco de estar en nuestro país, le regalan un catecismo falangista. Sabe, eso sí, que tipo de régimen impera y cómo fue que el totalitarismo de Franco llegó al poder. A costa de demasiada sangre llegó a gobernar, pero se mantiene a costa de demasiada sangre, no siempre derramada, pero siempre creando en quien habita el país una claustrofobia sin sentido. Si uno no comulga con las ideas y la vida que impone el régimen, estará encerrado dentro de las fronteras y dentro de su propia mudez; pero si uno forma parte de los seguidores, estará encerrado como encierran las peores sectas las mentes colonizadas, serviles, estúpidas. Esto lo demuestra a través de la reproducción de párrafos enteros de ese catecismo, que a fecha de hoy nos resuenan a caricatura y que nos llevaría a risa si no supiéramos que: a) supuso el destrozo de la convivencia y justificó muertes y exilio; b) en la actualidad hay voces que reproducen esas frases y sostienen que son razones, y que al ser lo únicos que las siguen son moralmente superiores a los demás. Lo cual nos hace pensar en que la violencia física, la muerte y el exilio, pueden regresar. Alguien pretende enderezar los torcidos senderos del mundo a partir de un espíritu que se reconoce como totalitario, humillante, cerril e injusto. No hace falta ser un especialista en interpretar textos para darse cuenta.

«Suspiré y cerré el libro. Hasta ahora no había encontrado ni una sola idea práctica. Una cosa era cierta: había algo que molestaba mucho a estos españoles… Si España quería volver a ser grande, lo que había leído hasta el momento era la mejor garantía de que es no iba a pasar nunca.»

Eso comenta tras leer: “¿Cómo nos gustaría ver nuestro emblema? Esculpido sobre piedra como símbolo de nuestra época. ¿Por qué? Por que sería una prueba manifiesta de nuestra intención de perdurar.”

Mientras tanto, nuestro corresponsal nos va narrando un paso por el país en el que destacan los encuentros, y algunos paisajes, que nosotros, quienes habitamos en él, leemos como quien se topa con paradojas que ha integrado tanto en su vida, que no se da cuenta de que pueden ser formuladas hasta que no se las explica alguien de fuera. Richard Wright no se complica literariamente, escribe con facilidad, sencillez, como si pretendiera explicar en lugar de convencer. Al fin y al cabo, el libro trata sore su impresión del país a partir de lo que él ha vivido. Son muy significativos sus encuentros con mujeres o cómo comprueba su sumisión obligada; lo son, también, los encuentros con desfavorecidos, lo cual nos lleva a pensar que no hay peor suerte que ser mujer y pobre en la España de los años cincuenta.

Fatigado de tanto registrar, llega un momento en el que Wright tiene que hacer balance, y nos habla de la desnutrición universal que “resplandece en los ojos tensos de los niños”. «Los cimientos de esta hambre descansan sólidos sobre un excedente de más de dos millones y medio de trabajadores agrícolas, una escasez de agua en casi todas partes, carencia de fertilizantes, un suelo desgastado por un sistema monocultivo y arruinado por la erosión, métodos primitivos de agricultura, falta de energía y transporte, y un paisaje de roca y escombros».

Wright denuncia la ingenua actitud pagana hacia la vida que hay detrás de la pobreza local, una vida que se detiene en exceso en rituales y ceremonias, en la exaltación de la emoción como el verdadero fin del esfuerzo humano, en la deificación de la tradición. Y odia la continua mención de la grandeza, el honor, la gloria. Se rebela contra el continuo adorno del aspecto superficial, la insistencia infantil en los propios sentimientos como guía de vida o en la formación que condiciona señalando a unos como superiores espiritualmente. Todo lo cual, denuncia, “encuentra su sanción y justificación últimas en las prácticas y cánones del catolicismo español”.

De ahí que tanto agradezca, y nosotros con él, los momentos en que quienes le acompañan en el viaje le muestran que detrás de lo que se puede ver, doblando una esquina y pateando un poco un callejón, hay una humanidad cohibida, pero humanidad, al fin y al cabo. España pagana es un libro que deberíamos leer todos los españoles, porque seguimos siendo herederos de una mirada que está encerrada en sí misma, y Wright nos ayuda a salir de esa esfera tóxica.

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