lunes, 3 de marzo de 2025

VITA LONGA

 

Vita longa

Mary Oliver

Traducción de Regina López Muñoz

Errata Naturae

Madrid, 2025

220 páginas

 



La soledad es una bendición cuando sucede en plena naturaleza. Al menos esa es la idea, tal vez el mito, que se nos ha transmitido: la soledad es una patología en la ciudad, pero reposo rodeado de cualquier entorno natural, del mar, del desierto, del bosque, de la montaña. La condición del solitario, para ser feliz, es estar en paz con todo, y eso supone alejarse de los codazos que propina la gente para respirar sin sentir que hay que contar las inhalaciones porque a uno no le da tiempo a hacer todo lo que tenía previsto a lo largo del día. Esta leyenda viene alimentada por el segundo Épodo de Horacio, ese que comienza con las palabras Beatus Ille, y ha tenído acérrimos defensores, como Thoreau, como Théodore Monod, como Fray Luis de León, como Mary Oliver (Ohio, 1935 – Florida, 2019), de quien ahora nos llega este libro, Vita longa, una colección de poemas y pensamientos.

Lo más destacable de la obra de Oliver es su disposición a vivir. Sabe que no es posible vivir por inercia, que si no pone en marcha las piernas no sirven de nada los caminos, y sabe que la vida merece la pena si es vivida poéticamente. Para ello nada mejor que tener siempre abiertos los cinco sentidos, a través de los que recibimos las buenas sensaciones y los malos presagios. Para evitar los malos presagios, nada mejor que alejarse del ruido. La conclusión resultante es que si merece la pena vivir en algún lugar, ese lugar tiene que ser, a la fuerza, naturaleza. Oliver sabe que el paisaje también nos construye, que contribuye a formar el espíritu y que el espíritu que todos deseamos tener se caracteriza por el reposo. Vivir agitado no es una buena idea. «Nuestras pautas nos delatan. Nuestros hábitos nos evalúan. Nuestras batallas con nuestros hábitos hablan de sueños aún por cumplirse», afirma, en lo que parece ser una advertencia contra la ansiedad anunciando que está muy en nuestra mano no elegirla.

El volumen adquiere el formato de un dietario, muy libre, en el que se alternan los versos, la prosa poética y los aforismos, también poéticos. Se estudia la obra de dos de sus autores de referencia, Emerson y Hawthorne, de los que considera que escribían con reverencia por el entorno y por las palabras que iban utilizando. La música, los ríos, la hierba son referencias constantes de bondad natural y todo el conocimiento que de ellos obtenemos nos ayuda a congraciarnos con la vida y a reconciliarnos con la muerte. «Pero lo que yo quiero ensalzar no es ni la dulzura ni la placidez del perro, sino el carácter salvaje del que no sabe desprenderse del todo, y del que los demás nos beneficiamos», sostiene, hablando de su compañero de cuatro patas. Y es que la moral que ella defiende se distingue por algo tan sencillo e ingenuo como es la bondad. ¿Y qué es la bondad? La bondad es todo aquello que ayuda a formar vida, sugiere. La justicia, la belleza, y la condición que es común a justicia y belleza, la armonía, no dejan de atravesar cada frase del libro: «La experiencia —con la lluvia, y con los árboles, y con toda su parentela— me ha proporcionado un consuelo y un pudor y una devoción a la inclusividad a los que no renunciaría ni por todo el oro de todas las montañas del mundo».

«Camino por el mundo para amarlo», resume así el sentido de la vida, esta mujer que identifica el tiempo con la brisa, algo complicado de conseguir si se vive entre edificios. Si uno quiere elegir maestros entre los escritores y poetas, Mary Oliver, lo decimos sin rubor, es una elección estupenda, un pequeño manantial de pequeña sabiduría, que es la que todos terminamos por necesitar.


Fuente: Zenda