Vivir
en zapatillas
Pascal
Bruckner
Traducción
de María Belmonte
Siruela
Madrid,
2024
153
páginas
«Henos
aquí invitados a retirarnos a nuestro interior porque el afuera es el abismo».
La
conclusión es el inicio y es el tono mantenido a lo largo de este ensayo de
Pascal Bruckner (París, 1948), que se revuelve contra la vida actual. Lo que
hemos ido construyendo no es tan bueno, aunque sí puede ser muy confortable. «Antes
la vida privada tenía necesidad del afuera, estaba inacabada, era su único
privilegio. Ahora, secundada por la arborescencia de Internet, es solipsista y
se embriaga consigo misma, con las sombras que ella toma por realidad». No es
el primer intelectual que critica la vida moderna, algo que sucede desde hace
siglos, aunque sí es de los pocos que están consiguiendo resumir todo lo que ha
afectado, campo por campo, punto por punto, el confinamiento por el Covid-19 a
la convivencia y a los impulsos personales. Bruckner entra en el asunto a
través de Oblómov, el personaje indolente y bastante estúpido, aunque con un
potencial intelectual enorme, de la novela de Goncharov. E intenta actualizar un
espíritu, el de no salir de casa, que se está haciendo demasiado corriente: «El
carcelero está en nuestra cabeza», nos advierte.
En
realidad, de lo que trata este ensayo es de la paranoia. La define
constantemente: «Pero bien podría prevalecer otra tendencia generada por la
hidra del miedo: el triunfo de la reclusión, del estar acurrucado», «El
Covid-19 ha resucitado las dos grandes fobias modernas: la paranoia, el miedo
del otro y la hipocondría, el miedo de sí», «Si la casa se convierte en
calabozo, mata el apasionante cuerpo a cuerpo con lo real, deja de ser el hogar
para convertirse en un búnker». Y esta paranoia afecta a la sexualidad y a las
amistades. Bruckner actualiza cómo están funcionando las relaciones sociales y
personales, y los fundamentos con que nos vinculamos a los demás, a partir de
la evolución de los principios de convivencia institucionales, de la
legislación, de las evoluciones físicas, religiosas o psicológicas, de las
nuevas aceptaciones y los límites nuevos. Se muestra vehemente a la hora de
exponer sus preocupaciones —«Es sintomático de nuestro tiempo que ya no se
hable más de cambio, sino de salvación»—, que tienen que ver con «las fronteras
erizadas de fosos, barreras, matacanes». «La libertad se ha convertido en una
carga de la que solo nos libra el cercado», expone en una singular paradoja que
vuelve a definir la paranoia.
Habla
de romper la somnolencia de los días idénticos como respuesta a una vida que se
está volviendo ordinaria, urbana y demasiado bajo control. Nos recuerda que la
soledad es una patología y la solitud un descanso, aunque adopten la misma
forma. Y en el paso por su recorrido, va encontrando fuentes en poetas,
filósofos, artistas, gente que nos muestra las versiones de todas las formas
posibles de relacionarse con el mundo, mientras desglosa el significado de cada
parte de lo que compone una casa o un hogar, el lugar del que nos resistimos a
salir como se resistía Oblómov. Bruckner no es ajeno a la religión o a la espiritualidad,
ni siquiera cuando regresa a la caverna de Platón o a los cuadros de Hopper. En
realidad, nos está apuntando que hay salida mientras nos dicta, una y otra vez,
que debemos reaccionar, que aún estamos a tiempo. En ese sentido, este libro es
militante, porque confía en el ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario