domingo, 8 de octubre de 2023

CADILLAC RANCH

 

Cadillac Ranch

Antonio Tocornal

Sloper

Palma de Mallorca, 2023

194 páginas



 

El mundo está lleno de gente que no ha escrito El Quijote ni ha asesinado a nadie. Y lo más terribles es darse cuenta de que tienen voz, que nos pueden hablar con toda la carga de lo que sea que están viviendo. Tener sentido del humor y soportar el fracaso supone convivir con antagonistas, pero también fomentar una faceta creativa, tal y como exponía Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía, cuando da por supuesto que de una pareja sorprendente sólo puede salir un relato muy vivo. Ese parece ser el principio sobre el que se asientan estos textos de Antonio Tocornal (San Fernando, Cádiz, 1964), a los que cabe añadir la carga de soledad que soportan. Narrados todos en primera persona, invitándonos a habitar durante unos minutos dentro de la piel y el cráneo de los protagonistas, nos sorprenderemos con la facilidad con que uno puede quedarse aislado en un mundo en el que la intercomunicación es la constante. Todos se comunican entre sí, menos yo. Eso conlleva que nuestros personajes padezcan la enfermedad de no entender nada, ni siquiera en las materias en las que se supone que son expertos.

Tocornal escribe con una imaginación que nos remite en ocasiones a Juan José Millás, por ejemplo, pero también a Kafka. En realidad, se trata de una voz personal, un extrañamiento que bordea demasiado lo mundano: esto no puede estar ocurriendo, nos decimos durante la lectura, pero estas cosas sí ocurren. O seguro que ocurre algo parecido, pero a los demás, a los infelices. Y, sin embargo, la facilidad con que escribe Tocornal nos arroja dentro del relato en el que se transgrede, pero sin hacer daño, en el que se escruta la posibilidad de doblegar la imposible salud mental. Al fin y al cabo, ¿en qué consiste estar cuerdo?

Un tipo intenta emular a Jack Kerouac en On the Road y le sale una huida entre ambientes desagradables, con sexo y obsesiones vulgares. Otro vive la expansión de su hogar como la antítesis de la Casa tomada de Julio Cortázar, hasta acabar en el limbo. Un tercero no sabe qué hacer con la senectud y el siguiente se dedica a retirarse del mundo instalándose en el centro de él. O aislándose en el parque, a donde le lleva su muerte de éxito, y el éxito es absurdo. Un tipo se vende por un plato de lentejas que es algo frecuente y es algo absurdo. Así se mueven estos personajes en territorios que son fronterizos no por poco visitados, sino por encontrarse entre lo conocido y lo desconocido. La decadencia no tiene porque ser amarga y las musas bien pueden ser las moscas. Total, basta con cambiar alguna letra. De este cariz es el ingenio de Antonio Tocornal, que en estos relatos se muestra como un escritor en plena forma.

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