domingo, 25 de octubre de 2020

ALMÁCIGA

 

Almáciga

María Sánchez

Geoplaneta

Barcelona, 2020

200 páginas

 


La tentación a ser reaccionario nos sacude, en los peores ratos, desde la esencia de su contenido: el acoso a que nos vemos sometidos nos empuja a pensar que el mundo era mucho mejor antes que como es ahora. Encontrar un equilibrio entre lo mejor de lo que podemos reconocer en el mundo actual, y lo mejor que podemos rescatar de nuestra memoria, nos permite mantenernos activos, sugerirnos que merece la pena estar en estos tiempos, por muy correosos que sean, pero que existen muchas opciones de mejora. Al fin y al cabo, si no las encontramos en nuestro pasado, ¿dónde podríamos ir a buscarlas? Ahí está buena parte de la consistencia del proyecto literario de María Sánchez (Córdoba, 1989). No es difícil comprender que en términos ecológicos, por ejemplo, a uno le queda la rebelión de ser conservador, como alternativa a ser indigno. Pero no hay alma ecologista que se renuncie a la bomba de insulina y a la justicia social. Los términos son ecofeministas y, a la par, son rurales. María Sánchez nos habla del mundo como un lugar que se desangra y de una sangre incoagulable, y nos habla de la sangre y del calor de la sangre. En el Antiguo Testamento, la sangre es el alma.

Y así es como va desarrollando estos textos, cuyo centro de interés es la recuperación de términos de vida en el campo, con intención de significar que la vida más natural es que implica volverse territorio. Que la vida natural pasa por reconocernos como naturaleza. Que lo propio del hombre es la observación, y que esta observación tenga lugar con un alcance sin fronteras, pero conociendo las raíces: de lo universal a lo propio, de lo particular a lo eterno. Esta Almáciga es un compendio personal de lo que está y lo que ha desaparecido, de lo que uno desearía que siguiera estando y de lo que uno echa de menos, aunque no lo haya conocido. Nos muestra el idioma como una siembra fértil, como unos lazos de hermanamiento. Se trata, en buena medida, de evitar que la tierra se vuelva inútil y callada. Se trata, en definitiva, de dar testimonio de la generosidad de la tierra.

Antes hemos mencionado la rebelión y ésta parece ser un fuego que pertenece a los jóvenes. María Sánchez no renuncia ni esquiva ese aliento juvenil, uno diría que incluso inocente, como se comprueba en su manera de expresarse, en esa frecuencia con la que delata la defensa basada en anhelos y veleidades, en buenas intenciones de ser buenos, en lo natural como sinónimo de lo auténtico. Y lo auténtico es mi pasado, mis ascendientes, el campo. Lo natural es la poesía, mi poesía, la poesía en la que habito o me gustaría habitar. De ahí esta secuencia de palabras favoritas, que son una confesión estética y una defensa moral de una forma de vida.

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