miércoles, 23 de octubre de 2019

LUGARES SIN MAPA


Lugares sin mapa
Alastair Bonnett
Traducción de Pablo Álvarez Ellacuria
Blackie Books
Barcelona, 2019
247 páginas

Que la realidad supera a la ficción es un lugar común. Lo que no es tan común son estos lugares, reales, a los que nos lleva Alastair Bonnett (Eppig, 1964) y que, sin duda, vuelven a superar a la ficción por goleada. Y decimos vuelven porque el libro se trata de una continuación de Fuera de mapa, una especie de obra maestra de lo raro en un terreno, la geografía, en el que se supone que la ciencia debe ser muy concreta. Pero no lo es. Estamos ante una entrega de lo real y extraño que incita a seguir con el descubrimiento de un mundo del que, nos damos cuenta, apenas sabemos nada. Y estamos frente a un libro que nos indica que la geografía no es ese estudio de las capitales, los ríos y la enumeración de cabos y golfos con que nos azotaron en la escuela. Hay un territorio por descubrir, grande como terreno, pero pequeño en cuento a la escala, y ese territorio es un tesoro, un cofre de los secretos. Visitarlo de casi la única forma que podemos hacerlo, de la mano de Bonnett, se ha convertido en una de las experiencias literarias, y geográficas, más gratas que nos hemos encontrado en los últimos años.
Bonnett comienza planteándonos qué es la geografía. Sin solución de continuidad, expone treinta y nueve paradojas de distinta índole: algunas parecen anacronismos, otras una sencilla estupidez, y las últimas un producto de la innovación técnica, tanto la informática como la de la ingeniería. No todos los lugares se refieren a sitios concretos, pues los hay que flotan por todo el planeta, como los creados por Google Earth, o los que han resultado del contagio de modas de construcción civil, como las pasarelas. Los hay que atienden a la densidad de población y los que surgen por conflictos, e incluso los que son fruto de anomalías legales como la Ley de las Islas de Guano, por la que Estados Unidos puede reclamar cualquier isla en la que haya cagadas de pájaro. Existen archipiélagos multiocéanicos que se reúnen en las Micronaciones Unidas y estados que caben en un piso; hay falsas colonizaciones, muchas, y lugares resistentes frente a la globalización, que es la gran farsa colonial, pero triunfante, en nuestros días. Todas las paradojas expuestas nos llevarán a cuestionarnos, directamente, qué significa lugar hoy.
Pero el libro no solo nos sirve para cuestionarnos la realidad o qué es la realidad para nosotros; estamos frente a un tratado sobre lo que los descubrimientos despiertan en nosotros. Al igual que si se tratara de un libro de relatos, cada episodio nos guía a través de un conflicto que podemos vivir como pequeño, pero con el que nos identificamos sin duda. En ocasiones nos despertará la sonrisa, y en otras una suerte de melancolía por lo que pudo ser, o por lo que fue, o por lo que debería haber sido. En realidad, y sin hacer de ello un drama, Bonnett nos habla de traumas, y de respuestas a traumas, que surgen de nuestra relación con el mundo o de la relación con el resto del universo de estos lugares a los que se atiende. Y lo hace con mucho estilo, sin perder jamás un pulso narrativo ni dejar de atender a una ideología de fondo, una intención que radica en intentar que se vea lo invisible, que es, una vez más, un toque de atención acerca de la dignidad y la impronta que la dignidad debería seguir teniendo en cada aliento.
“Cada vez estoy más convencido de que la única forma auténtica de viajar es a pie: lo demás es pasar zumbando por los sitios”, nos enseña. Porque el libro destila la calma del caminante, pese a los grandes saltos por los que nos guía. Seguramente, Bonnett pertenece a la estirpe de la gente convencida de que caminando se piensa mejor, se reflexiona mejor y funcionan mejor los engranajes de la creación.

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