Crac
Jean
Rolin
Traducción
de Manuel Arranz
Libros
del Asteroide
Barcelona,
2019
137
páginas
Jean
Rolin (Boulogne-Billancourt, 1943) viaja a oriente medio por un doble motivo:
el McGuffin, ese recurso para atrapar al espectador y que se plantea como el
tema aparente, es la admiración por Lawrence de Arabia; la segunda razón, la
real, es para comprobar que existe humanidad en el paisaje después de la
batalla. En realidad, en un paisaje sobre el que no ha cesado la batalla en
décadas. Como no ha cesado la admiración pausada, sana y digna que Rolin siente
por T.E. Lawrence.
El
resultado es un libro que rezuma sinceridad. Una crónica que sigue la ruta de
Lawrence por las actuales Siria, Líbano, Jordania e Israel, que por entonces
eran el polvorín del imperio otomano. Lo que podría haber sido un viaje de
sueño, el sueño de alguien que quiere ser nómada, sentirse nómada, se convierte
en una recesión de conflictos. Rolin se detiene en cada lugar para referir
conflictos concretos, hechos, para hablar de personas y no de estadísticas,
para recordarnos sucesos que pasaron desapercibidos y que no deberíamos
olvidar. Mientras tanto, su propio viaje está trufado de malentendidos y
contratiempos, nada graves, pues no parece un viajero dispuesto a que nada extermine
su buen humor. Ni siquiera el miedo, dado que su aventura transcurre en tiempo
de guerra, aunque a la guerra la vemos, de vez en cuando, como telón de fondo,
como ruido de fondo. Pero condiciona el pasaje por el territorio, los peajes
que debe sortear. Como ha venido condicionando, aunque a diferente volumen, cualquier
paso por esta tierra en años.
Rolin
menciona los problemas ocasionados por las fronteras y sus creaciones, por la
ubicación de Israel y su expansión, por las diferencias casi balcánicas entre
diferentes pueblos, aunque no se detiene en análisis políticos, porque nada
debe empañar demasiado el hecho de que se centre en los lugares y las visitas
que siguió Lawrence de Arabia. Quiere ver, y que veamos, lo que vio el arqueólogo
británico. Hay una pequeña intención poética detrás de ese planteamiento. Si
bien, el texto homenajea a los supervivientes enunciando sucesos, trágicos,
duros, que son el sustrato sobre el que sobreviven los actuales habitantes de
la región. Como lo es la colonización francesa, que no se molesta en tratar con
paños calientes y que aparece de vez en cuando, con cierto espíritu de
autocrítica.
Sobre
los rastros que reconoce en un territorio castigado, como si lo hubieran
arrasado dragones, Rolin construye un buen libro de viajes que refleja, con su
fragmentación, la realidad de un territorio fragmentado.
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