Maniobras de evasión
Pedro
Mairal
Libros
del Asteroide
Barcelona,
2019
250
páginas
Los
ejes en que se mueve la literatura de corte un tanto confesional, y estas Maniobras de evasión forman parte de
ella, son el sueño y lo cotidiano. En definitiva, las dos formas de vivir que padecemos
y, en ocasiones, disfrutamos. Disfrutamos de un sueño bonito, una idea
brillante, un momento de poesía que nos hace creer que el bienestar puede ser
perenne. Y también de esos mejores tiempos en que nos reímos de todo con los
mejores amigos. Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) se mueve en esas aguas con
una facilidad que no da pie a pensar que miente. Y si la sinceridad se impone,
se impone la literatura. Se trata de piezas cortas, que en buena medida
responden a los años que le toca vivir: la gente confía más en una buena
impresión que en un relato largo, donde la atención irá y vendrá a su antojo,
pendiente de las presiones que nos muerden los tobillos y de las tentaciones
hedonistas, a las que hemos ido reduciendo nuestras cuotas de felicidad.
Mairal
entiende que en estos textos debe poner en marcha algo que, con atrevimiento, llamaremos
la aventura de escribir. Aventura porque el autor debe confiar en el lector, un
lector al que no conoce, pero que va a conocerle mejor a él. En eso consiste el
oficio de escribir, o al menos esa es la conclusión a la que vamos llegando a
medida que avanzamos en esta lectura. El autor busca, sí, busca muchas cosas,
busca, sobre todo, entre las cosas sobre las que no tenía una idea previa o no
estaba seguro de haberla cuajado. El autor busca una identidad, la suya, una
identidad que puede terminar maldiciendo, porque al final a lo que tememos es a
la parte que no conocemos de nosotros mismos. Pero, en este caso, la búsqueda
es un ejercicio de estilo brillante. La extrañeza de estar en el mundo la va
solucionando con su talento literario, con una solución en la que mezcla
crónica y poesía. En ese sentido, a quien más se asemeja tal vez sea a Manuel
Vicent, pero en la distancia que separa la crónica de la poesía Mairal se ubica
en un lugar diferente al del autor levantino: más pegado a lo conocido, menos entregado
a la estética, pero igualmente comprometido con la resolución de aportar un
poco de sentido al planeta. O al menos del sentido deseado.
La
novela de la vida, que aquí traza de forma directa, es azarosa, fascinante y absurda.
En cierto modo, el mundo al que Mairal asiste es manierista, sin necesidad de
que él mismo se entregue al manierismo para retratarlo. El mundo se desfigura,
se hace irreconocible, se vence hacia lo inexplicable. Es un autobús al que se
sube Mairal de vez en cuando y del que de vez en cuando conviene bajarse. Por
eso hay temporadas en las que no escribe. Pero cuando lo hace, ha convertido en
arte el mero hecho de subirse y bajarse del autobús, incluido cuando, sin pudor,
se remite al sexo y al mismísimo pudor, un tema que nos rodea, pegado a la
piel, y del que conviene librarse de vez en cuando o a perpetuidad.
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