domingo, 6 de enero de 2019

PODEMOS FABRICARTE


Podemos fabricarte
Philip K. Dick
Traducción de Juan Pascual Martínez
Minotauro
Barcelona, 2018
270 páginas

Con la sensación de que la obra no obedece a un plan previo, se desarrolla una trama en la que los temas se abordan de forma sucesiva. En principio da la sensación de que nos encontramos frente a una revisión del mito de Prometeo, algo en la senda de Frankenstein, por ejemplo. Un grupo de gente ha ideado el autómata perfecto, un hombre sintético que responde, en buena medida, a los estímulos humanos, sobre todo a los intelectuales. Con mayor ahínco se viven estas dudas al tratarse de personajes históricos, capaces de guardar en sus circuitos una memoria idéntica a la de la persona real. Las intenciones de vender la patente darán pie a una reflexión sobre el poder y el libre mercado, incluida la revolución y su forma última: fulminar al poderoso de un disparo.
Sin embargo, la parte más potente de la novela nos espera a partir de la mitad de la misma. Es entonces cuando abordamos el desamor, el enamoramiento imposible, y nos podemos reconocer en el joven que pierde la cabeza por una muchacha con una patología que, a su vez, incrementa su atractivo. Ella toma una parte tan activa en la acción como él y dará pie a la parte más madura de la novela, aquella obsesión de Philip K. Dick que es la cordura. O, para ser exactos, los riesgos de perder la cordura. Esa búsqueda de anclas con una realidad que tal vez podamos crear, pero no manipular una vez creada, de una realidad que también crean los demás, a nuestro pesar, de una solución que tampoco es capaz de aportar la medicina, unido a la capacidad inmensa de amar, es lo que fragua la parte más incómoda, más humana, de esta novela. Solo por ella merece la pena leerla.

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