jueves, 27 de noviembre de 2025

EDURNE

 

Edurne Pasabán

Olasagasati, Llaguno, Navarro y Villarejo

Súa

Bilbao, 2025

127 páginas

 



Lo lógico sería que aquel bípedo que acababa de bajar de los árboles se quedara tumbado a la bartola, viendo pasar las nubes. Pero un día decidió echar a correr, tal vez para huir de un depredador o para cazar una presa. Y con el tiempo, comenzó a protagonizar largos desplazamientos que deberían tener algún sentido. Caminaba docenas de kilómetros al día para buscar mejores territorios, para acomodarse al clima, para encontrar comida de temporada. Hasta que un día correr se convirtió en deporte y los desplazamientos en una necesidad que tiene un puñado de gente a la que le pican los pies. Ese picor es el que nos está ayudando, a los demás, a descubrir que hay otros registros de belleza al margen de tumbarse a observar pasar las nubes o contemplar un campo de amapolas. En cualquier caso, los atrevimientos a los que nos llevaban estos buceadores, alpinistas o caminantes inquietos nos permitían reconocer belleza en lugares diferentes. El mundo se iba haciendo más y más grande gracias a ellos.

Como homenaje a todos ellos se elabora este cómic sobre una de las personas más representativas de esta gente: Edurne Pasabán. Se trata de recordarnos que cuando la oscuridad nos aterra, siempre habrá alguien capaz de encender una cerilla y transformar el entorno en un precioso cuadro de Georges de La Tour. Y para ello se valen de una estrategia muy diferente a la del pintor francés: aquí lo que cuenta es la ingenuidad. Lo primero que reconocemos es ese estilo gráfico tan naif, que nos remite a la inocencia. ¿Qué valor artístico tiene la inocencia? No creo que sea imprescindible el explicarlo, cuando en la historia está la obra de Antoine de Saint-Exupéry o de Henri Rousseau. Este estilo nos remite a la esencia de lo mejor que podemos ser, a una humanidad sin aristas, sin malos rollos.

Lo segundo que llamará la atención son las elipsis temporales. Los autores eligen ir saltando de momento a momento, interrumpiendo la continuidad biográfica. En realidad, ni siquiera entran de lleno en lo más deportivo de la vida de Edurne Pasabán, sino en lo más significativo. Sí aparecen algunas de las grandes cumbres, pero más presencia tienen algunos de los más grandes compañeros que ha tenido en la montaña. Lo que se impone será la educación sentimental, que no cesa por mucho que uno lleve siendo adulto un porrón de años. Lo que importa, y se mantiene así tiempo tras tiempo, es respetarse a uno mismo, conocerse, aprender a pesar de mantenerse en la vía propia, esa tan personal que marca la búsqueda de la felicidad. La felicidad es una abstracción, una quimera, pero será su búsqueda lo que dé sentido a este tránsito, si es que uno se empeña en darle sentido. En realidad, como nos demuestra el mensaje de esta obra, no se trata de empeñarnos en esa indagación, sino de enamorarnos del hecho de estar vivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario