martes, 7 de octubre de 2025

LOS NUEVOS

 

Los nuevos

Pedro Mairal

Destino

Barcelona, 2025

435 páginas

 



Nadie dijo que vivir fuera a ser un oficio sencillo. Uno va creciendo y va encontrándose con diferentes problemas a lo largo de su vida, que suelen crecer de volumen a medida que nos hacemos mayores. El problema es, precisamente, esa última etapa de la frase anterior: hacerse mayor. No es extraño que abunde el síndrome de Peter Pan, porque si uno afronta todos los dilemas y todas las contrariedades que le salen al paso con eso que llamamos espíritu adulto, lo normal es que termine por romperse. Y romperse quiere decir emprender la senda de la locura. Aceptar hacerse mayor, y madurar como se supone que debemos madurar, es un grave momento de crisis, que todos nos hemos planteado cuando hay que enfrentarse a lo que viene después de la adolescencia. Nos preguntaremos qué ha sido de nuestros sueños de juventud y de qué sirvieron las estupideces que tanto significaron, esas que si uno sabe crecer conservará con cariño, porque ser estúpido sin hacer daño es algo bastante conveniente. No se puede ser sublime sin interrupción y conviene dejarse llevar por esas interrupciones.

Sobre esta etapa escribe Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) su última obra, una novela en la que conoceremos a un grupo de muchachos en ese complicado trance que es hacerse mayor. Mairal cambia las voces en función de quién sea la persona a la que seguimos. A un par de ellos los conoceremos desde dentro, y a otro siguiéndole como sigue la cámara al protagonista en un plano secuencia. Todo apunta a un cierto nihilismo, porque la vida no parece tener mucho propósito. Los problemas de autoimagen persiguen a los muchachos, que en algunos casos están sumergidos en complejos duelos, de los que tratan de salir con algún tipo de terapia. En sus movimientos, dirigidos a encontrar algo de sentido, aunque no formulen esta pregunta en su cabeza, lo que está siempre presente es dudar, cuestionarse lo que van descubriendo: el sexo, el amor, la amistad… todas las cosas inevitables, con las que nos podemos identificar, y que no tienen por qué ser negativas ni siquiera en los desengaños.

Lo que nos va a acompañar durante toda la lectura es la confluencia de las ganas de vivir que se encuentran con los traumas. Puestos ambos en un balancín, las tentaciones afectivas caen en uno y otro lado.

Mairal maneja el lenguaje, que tan bien conoce, cambiando de registros en función del narrador. Llega, incluso, a cambiar el registro de uno de los personajes, al primero que conocemos, que comprobaremos cómo ha conseguido un poco de serenidad cuando nos vuelva a hablar en un capítulo posterior. Hay otra etapa que está presente en la novela, aunque ocupe menos páginas, que es la vejez, o la proximidad de la muerte. De hecho, la elipsis que plantea Mairal, que no habla de la infancia ni de la época que llamamos adulta, es bastante concluyente. Parece una llamada de atención, como si nos estuviera señalando qué es lo que de verdad importa —el amor, la amistad—, algo de lo que apenas tenemos tiempo de disfrutar, de darnos cuenta, antes de enterarnos que ya no tenemos energía para nuevos encuentros. Mairal ha escrito otra de esas novelas que nos recuerdan el abismo, pero también los pasos necesarios para no caer en él.

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