martes, 20 de abril de 2021

YA ESTÁBAMOS AL FINAL DE ALGO

 

Ya estábamos al final de algo

Daniel Bernabé

Bruguera

Barcelona, 2021

158 páginas

 


Hay que contar la historia, la de verdad, la que interfiere en nuestras vidas, como si estuviera sucediendo. Así se plantea Daniel Bernabé (Madrid, 1980) el relato del imperio neoliberal, que no es geográfico, pero se ha apoderado del planeta, convertido en una bomba de relojería. La ortodoxia de esta forma económica hace tiempo que dejó de ser cuestionada, pues todos conocemos el resultado de la condena: un sistema despiadado que ha liquidado el ecosistema llevando a nuestra especie al riesgo altísimo de extinción; unas formas puramente individualistas de cultura y sociedad, en las que se ensalza algo tan peligroso como es la competición; una forma de democracia que acaba con la democracia, pues el dogma neoliberal ve en ella, en la auténtica, en la popular, un impedimento para que los poderosos, los malos, lleven a cabo sus planes.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿En qué posición nos encontramos tras una crisis provocada por un virus que no ha hecho sino acelerar el mal, como demostró Naomi Klein que podría suceder en La doctrina del shock?

“La democracia no se construye sola. La democracia se ve amenazada por demasiados enemigos y tiene muy pocos defensores. Entre los enemigos: el sesgo neoliberal, que aparta la economía del control político; la escasez, que nos impide desarrollar de forma llena nuestra ciudadanía; la educación, que nos convierte en excelente técnicos y en grandes ignorantes de nuestra responsabilidad social; la crítica indiscriminada a los políticos, que nos impide separa el grano de la paja; la política reducida al relato por temor a la acción; el big data, que nos gobierna a todos y que nos ata a las tinieblas; el ecosistema que nos rodea, infectado de mentiras y conspiración, y la emocionalidad pueril, que impide que nos demos cuenta de que la sociedad se construye entre todos.”

De este sesgo es este ensayo, divulgativo, preciso y certero, que nos enfrenta a lo peor de nosotros mismos, a los seres que han construido una sociedad en la que impera el infantilismo y supeditada a la economía, que se impone como si fuera una ciencia exacta. ¿Qué estructuras han podido surgir de ahí? A eso se enfrenta Bernabé, en una suerte de resoluciones que se podrían tildar de izquierdas, pero que, en ese caso, estaríamos cayendo en la trampa que él mismo denuncia: el reduccionismo infantil y el pensamiento, también infantil, conspirativo. De hecho, Bernabé se muestra sensato y fuerte, pero llega a ser tan respetuoso como para denunciar a ciertos movimientos como ultraderecha populista, cuando es posible -otros lo analizarán mejor- que se refiera a algo peor que el fascismo.

Bernabé no ha sido complaciente con la izquierda, o al menos con la izquierda parlamentaria, como demostró en La trampa de la diversidad, donde comenta que el progresismo sólo presta atención a las representaciones y el relativismo, y a la diversidad, claro está, apartándose de la búsqueda de la igualdad para resaltar las diferencias entre las personas: si antes pretendía redistribuir, ahora se obsesiona con esas representaciones:

“El problema que ha encontrado el progresismo del siglo XXI, y que se resiste a admitir, es que su defensa de la diversidad no era una defensa de los derechos civiles, que es lo que había caracterizado esta lucha en el siglo XX, ni de la representación, sino una defensa de la diferencia. Y cada identidad, cada vez más atomizada, hace valer de forma competitiva esa diferencia mediante un intercambio con las monedas de la opresión y el privilegio. Algo que, al final, es una traslación bastante afinada del funcionamiento de la sociedad neoliberal”.

Dicho de otro modo, frente al causante de tanta crisis, estamos indefensos: “Una cultura se agota a medida que el sistema político-económico del que parte y al que refleja decae, mientras que no existe una alternativa que se le oponga espoleándole. En este interludio surgen los monstruos”. Bernabé diferencia cuatro monstruos, cuatro crisis, que analizar para aprender, si es posible y si maduramos, de nuestro pasado: la económica, la ambiental, la cultural o identitaria y la de legitimidad de la democracia liberal. Y nos presenta un panorama pesimista, del que uno se siente tentado a huir. Aunque, a la hora de la verdad, siempre se agradece el conocimiento, que es, en este caso, lo opuesto a la cobardía. Para caer en el error del cobarde se han inventado los eslóganes baratos, de identidad, cultura y farsa democrática, que están explotando los poderosos para llegar a la emoción de los perdedores. Es el mejor momento que vamos a tener para madurar, concluye Bernabé, que ruega que esta crisis suponga un final concluyente, uno de esas fases históricas en las que se reinventa el mundo.

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