martes, 6 de mayo de 2025

ROMPECABEZAS

 

Rompecabezas

Borja Goyenechea

Personaje Secundario

Lima, 2025

134 páginas



 

Escribir es un acto solitario, lo cual no deja de ser una rara elección, porque acostumbramos a considerar a la soledad como un destino maldito. Pero lo cierto es que los impulsos que llevan a escribir no podrían resolverse con ningún otro acto, con una reacción común, con algo más compartido. Puede que estemos intentando poner las ideas en orden, al igual que en el diálogo socrático, o puede que estemos tratando de cerrar heridas, como en el psicoanálisis, pero si en ambos casos precisamos de un interlocutor, que es un espejo, en el proceso de escritura no: ahí lo más conveniente es la soledad. Lo que sí supone compartir es el hecho de publicar. Pero escribir, lo que supone escribir, es un acto solitario que responde y trata de resolver algo de lo que hemos vivido. O tal vez todo lo que hemos vivido.

Ahora bien, ¿cómo selecciona uno lo que ha vivido, lo más significativo de lo que ha vivido, para transformarlo en algo así como memoria pública? Borja Goyenechea (Lima, 1999) es un joven talento de quien ya pudimos leer algún libro anterior —El francés y otros relatos, editorial Kalathos— que ahora afronta el reto de explicar, a través de varias narraciones, que vivir supone ir superando escollos, ir retirando barreras, ir barriendo cenizas. Vivir es un rompecabezas. De ahí que esta sucesión de narraciones, que tienen la forma de un conjunto de relatos, sea, en realidad, una novela. La misma voz nos va a contar varios episodios, de salto en salto, de la vida de un niño que se transforma en adolescente, desde su punto de vista. Cada episodio podría corresponderse a una etapa en el arte de madurar, porque de lo que nos habla es de la importancia de saber entender que lo que nos suceda no tiene otro fin que el de ir dando forma a lo que somos.

A lo que puede ayudarnos un texto como el de Goyenechea es a recuperar la certeza de que la vida es conflicto, es ambigüedad e incertidumbre. Debemos abandonar la enloquecedora idea de que todo tiene solución, cuando lo que nos parte el alma no tiene ninguna. En realidad, todos esos episodios tan complicados que nos va tocando vivir sirven para afilar el sentido de la justicia o las armas del arte. A ese fin parece estar consagrando nuestro autor su literatura.

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