Tirana
memoria
Horacio
Castellanos Moya
Random
House
Barcelona,
2024
315
páginas
Acostumbrados
a que nos inciten a creer en que la historia es el movimiento de los que
empujan, no está mal recordar que la que nos afecta es la parte que no se
acostumbra a relatar, que es el movimiento de los que son empujados. La
recuperación de Tirana memoria supone, en este sentido, recuperar
también una de las partes más esenciales del espíritu de la narrativa, que es
la de hablar de quienes padecen la historia. Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa,
1957) nos sitúa en un país centroamericano y en el año 1944. Esta elección no
es baladí: si hablamos de esas fechas, parece que sólo podemos mencionar el
gran acontecimiento mundial, que era una guerra salvaje que abarcaba medio
planeta. El caso es que en el otro medio también sucedían vidas y hacia allí, a
esa especie de reverso de la historia, es hacia donde se apunta en esta obra.
Por otra parte, mientras se han explorado en grandes novelas los ciclos de los
dictadores latinoamericanos —El señor presidente, El recurso del método, Yo
el supremo, El otoño del patriarca, Oficio de difuntos, etc.— enfocándose
en ellos y su entorno, no está nada mal darse cuenta de que este mismo ciclo tiene
también un reverso, como la historia. Este es el gran acierto de Castellanos
Moya, que nos expone cómo afecta, directamente, una tiranía a unas personas que
se implican en la vida política por propia voluntad o por voluntad arrojada.
El
primer caso, el de la propia voluntad, es el de la gente que huye,
escondiéndose, tras un intento de toma de poder. El segundo, al voluntad
arrojada, es el de la mujer de alguien que ha sido encarcelado y que es,
también, madre de uno de los que bregan en la fuga. El planteamiento literario es
de contraste, dado que en el caso de la mujer se elige el diario y en el de los
fugados se impone el diálogo. La mujer que escribe el diario tiene cuarenta y
tres años, tres hijos y tres nietos, y confiesa haberse puesto a escribir como
sucedáneo a las conversaciones con su marido, preso por ser crítico con el
régimen. Resulta sorprendente, en nuestros parámetros actuales, que a esa edad
haya sido abuela tres veces, un detalle que se menciona sin atribuirle una
potencia específica, lo cual nos ayuda a imaginar que debe ser frecuente en el
trozo de mundo al que se nos hace viajar. El diario es íntimo, pero es también
una forma de no quedarse con demasiadas cosas para uno mismo, de expresar lo
que nos provocaría un trauma. Pone en orden las necesidades y, en este caso,
ayuda a suavizar las angustias. Porque esta novela trata mayormente de
angustias. Y éstas cobran una forma más dinámica en los episodios que se
alternan con el diario, que son una narración de párrafos cortos, con intervenciones
constantes de los personajes en diálogos de frases breves. Se produce, así, una
alternancia entre dos formas de relacionarse, una con un estilo más directo y
que cabalga gracias a las voces de los protagonistas, y otra en la que parece
buscar cómo entender lo que está sucediendo mientras reproduce lo más importante
para sí misma.
El
libro se encuadra dentro de la saga Aragón, una familia salvadoreña cuyo
destino está ligado a la otra historia, a la que imponen los movimientos gubernamentales
y los que manejan las armas. Es una novela de factura intensa, muy bien
planificada y construida, que nos recuerda que no somos dueños de nuestro
destino y, lo que es más grave, que la parte que condiciona nuestro destino
está ubicada en algún lugar más bien negro.
Fuente: Zenda
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