miércoles, 30 de octubre de 2024

EL ARCHIVO DE LOS SENTIMIENTOS

 

El archivo de los sentimientos

Peter Stamm

Traducción de José Aníbal Campos

Acantilado

Barcelona, 2024

145 páginas

 



Cuando la realidad no funciona, uno debe inventarse otra. Se suele llamar fantasía a este tipo de ficción, pero si no alcanza el grado de esquizofrenia, a lo que está ayudando, en última instancia, es a sobrenadar en el guirigay que llamamos realidad. No es obligatorio vivir fastidiado porque la realidad nos acose. Pero lo que tampoco es aconsejable es que nuestra reacción a las agresiones del exterior consista en encerrarse tras la puerta de la casa, lo cual constituye una agresión contra uno mismo. O, como comienza haciendo el protagonista de El archivo de los sentimientos, optar por la seguridad de los papeles inanes que uno tiene que resolver en la oficina llena de probos burócratas. Este hombre representa la abulia generalizada en la que nos refugiamos, como si se tratara de líquido amniótico, para sobrevivir. Esa vida gris, ya lo sabemos, responde a las inquietudes que se han venido representando en las obras que nos hablan desde el existencialismo urbano. Una de las características principales de este tipo de obras es que no hay síntomas de felicidad. Nuestro protagonista es un solitario que se explica muy bien a sí mismo: «me muevo, pero parece que no avanzo». En su juventud tuvo un amor en París, algo que va apareciendo en su memoria, ocupando más espacio a medida que avanzamos en la lectura, hasta que nos damos cuenta de que revive para torturarse un poco, porque sabe que el tiempo pasado no se recupera. Y lo afronta como lo hacen los clásicos del existencialismo: «—Primero, me sorprendió. Luego, me sorprendió lo poco que aquello me importaba.»

Pero la crisis de la mediana edad es parte de la realidad, del exterior, y se impone: «Sólo tenía cuarenta y cinco años, pero en el fondo me había resignado a la idea de que mi vida no me depararía nada nuevo». ¿Recuperar un viejo amor dormido es algo nuevo o es algo viejo? No importa. De lo que se trata es de darse cuenta de que aún tiene oportunidades para reengancharse a la vida, aunque no deje de contener un fondo de tristeza: «Hoy, junto al río, me vi pensando que en los momentos más felices de mi vida siempre estuve solo.»

Peter Stamm (Weinfelden, 1963) construye un personaje sereno, pero que ha arrojado la pasión de su vida. El objetivo es comentarnos, con sosiego, que la vida sin pasión es menos vida. Y lo hace con mucho oficio, con conocimientos de la condición humana y creando un ambiente de clase media en el que casi cualquiera de nosotros podría verse identificado. Una lectura muy recomendable.

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