Aliento,
ojos, memoria
Edwidge
Danticat
Traducción
de Damiá Alou
Consonni
Bilbao,
2024
237
páginas
Uno
emigra creyendo que la solución está ahí, lejos, en el destino, que el lugar el
al que se dirige tiene mucho en común con el cielo. Pero cuando sale de casa
deja atrás la pelota de trapo y la cajita de cartón con soldados de plástico
que le acompañaron en la infancia. En realidad, uno deja atrás la infancia.
Para salir de la pobreza, mucha gente se ve obligada a saltarse todas las
etapas que supone ir madurando, saltarse la pubertad y los besos adolescentes entre
los coches, para afrontar la vida del adulto sin otra nostalgia que no sea la
de echar de menos caminar descalzo sobre la arena de la playa o los guijarros
del patio de la escuela. El lamento es no haber tenido derecho a surcar los
años de juventud dejando una estela blanca, con lo que los recuerdos no nos
ocasionan tristeza sino desgarro. Nada queda de hermoso, ni siquiera la
esperanza de que la mejora económica de la vida suponga una vida más feliz.
Eso
le sucede a la protagonista de Aliento, ojos, memoria, que parte de
Haití siendo muy jovencita y vigilada por su madre. La obsesión de la madre, su
vigilancia, se centra sobre todo en la virginidad. Para poder salir de la atmósfera
tóxica, apenas cumplida la mayoría de edad se enamora de un hombre mucho mayor
que ella, con el deseo de que todo salga bien. La novela de Edwidge Danticat
(Puerto Príncipe, 1969) fue publicada originalmente en 1994, y Consonni la
rescata en un momento en que el debate sobre migración está candente. Hay una
propuesta de carácter político en la obra, la de decirnos que no hablamos de un
fenómeno, que hablamos de migrantes. Y que las vicisitudes suponen violencia
real, violencia en la carne y en los sentimientos. Danticat nos lleva por la
vida de esta mujer, Sophie Caco, presentándonos al personaje en varios momentos
de su biografía, los más significativos. Pero en las elipsis también hay
sucesos, también hay cambios, porque ha habido sufrimiento, el que arrastra
consigo por las tradiciones y el que resulta de las dificultades de la
integración. Danticat no intenta aprovecharse de la ventaja sentimental que la
historia podría ofrecerle, y elige dirigirse a nosotros haciéndonos testigos, y
eso que está dando voz a la protagonista, que es quien nos habla. La verdad es
que la implicación demasiado emocional nos aturdiría, porque bastante duro es
ir guardando cuentas de los acontecimientos. Eso nos lleva a admirar a la narradora,
a la protagonista, y a ir conservando la esperanza de que sabrá conducir su
propia vida. El anhelo de belleza que debe tener toda obra artística, en este
caso se nos muestra al desnudo, es decir, con mucho anhelo. Ese es,
posiblemente, el gran acierto de esta novela.