La
impostura
Zadie
Smith
Traducción
de Eugenia Vázquez Nacarino
Salamandra
Barcelona,
2024
477
páginas
Un
espectador debe ser un documento el blanco, alguien dispuesto a registrar sin
prejuicios y a partir de ahí, llegar a conclusiones o que lleguen a
conclusiones quienes tengan acceso a lo que se ha observado. El principio se
complica cuando nos damos cuenta de que el mundo es coral, muy coral. Tratar de
descifrar una vida es una labor ingente, pero intentar descifrar todas y todos
los lazos entre ellas, es una tarea inmensa. Tal vez ese sea el origen de la
moral, y más en concreto de la moral pública, que nos coloca el suelo bajo los
pies y que, en ocasiones, no deja de ser un padecimiento. Desde luego lo es en
el caso de Eliza Touchet, la principal protagonista de esta novela de Zadie
Smith (Londres, 1975), de la que se nos dice que es arisca, un poco severa,
ingeniosa, alguien a quien la ira le resulta tan natural como respirar. Y la
veremos navegar en un Londres lleno de prejuicios, el del siglo XIX, donde se
debate, por ejemplo, la práctica de la justicia frente a la práctica de la
caridad. O la realidad frente a la novela.
La
impostura (The Fraud, es su título original en inglés) es una novela
histórica que parte de un farragoso juicio en el que un carnicero de habla cockney,
de Australia, defiende ser un aristócrata, y reclama sus privilegios y su
fortuna como tal. Eliza Touchet es un ama de llaves de un novelista venido a
menos, que asiste a un juicio cuya notoriedad se expande hasta dar pie a una
locura populista alrededor: la multitud de partidarios del demandante está
formada por oficinistas, maestros de escuela, disidentes de todo tipo, tenderos,
capataces, doncellas, cocineros e institutrices. Mientras tanto, asistimos a la
vida de los personajes con los que Touchet comparte sus días, entre los que
destaca William Ainsworth, el novelista en decadencia que prepara una boda
rápida con una criada, más joven que sus hijas, a la que acaba de dejar
embarazada. Ainswotrh ha escrito una novela ambientada parcialmente en Jamaica,
ambientándola a partir de un folleto de propaganda de 1820, cuando gran parte
de Inglaterra podía engañarse a sí misma creyendo que la abolición del comercio
trasatlántico de esclavos equivalía a la abolición de la esclavitud. Dado que
la mayor parte de la novela está compuesta en diálogos, esto dará pie a
intervenciones que reflexionan sobre creación literaria, que se intercalan con otras
que tienen más sentido, pues lo que está siempre presente es las dudas que
genera no tener una opinión formada acerca de lo que es la verdad: cabe
preguntarse por qué los personajes y acontecimientos ficticios son facsímiles
de aquellos sobre los que se inspira, o se trata acerca de las controversias sociales
siempre tamizadas por la religión, conservadora, que debe convivir con cierta
la ética del progreso.
Pasearemos
por un Londres más cosmopolita de lo que hasta ahora habíamos imaginado en esa
época, en un viaje que tiene una estructura por momentos confusa. Smith nos
traslada libremente por el tiempo en una serie de capítulos cortos, en
ocasiones muy cortos, en los que no existe, eso sí, ninguna frase aburrida.
Smith tiene muy en cuenta aquel comentario de Paul Valéry advirtiéndonos contra
esas narraciones llenas de frases tipo la marquesa salió a las cinco. Tal
vez ese espíritu creativo de la propia Smith de nuevas dimensiones a momentos
como ese en que nuestro escritor dice no comprender el aprecio de nuestra
protagonista, futura escritora, por una obra como Middlemarch, sin
aventuras, sin dramas, sin asesinatos. Pero se trata de una obra sin fallos,
sin debilidades. Y frente a ese mundo, va apareciendo aquí y allá Jamaica, como
un misterio del que nos llega algún testimonio acerca de la esclavitud y el
sufrimiento, anclándonos, de vez en cuando, a los asuntos que son menos triviales.
La
impostura es un retrato de sociedades en pleno cambio, a la vez que un retrato
de las ambiciones frustradas a través distintas personas, para el que Zadie
Smith crea a un personaje antológico, una mujer que interviene, pero cuya
principal cualidad es la inquietud por estudiar a la humanidad.
Fuente: Zenda