martes, 10 de junio de 2025

SUSAKI PARADISE

 

Susaki Paradise

Yoshiko Shibaki

Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés

Gallo Nero

Madrid, 2025

197 páginas

 



La humildad sigue siendo un valor al alza y sigue siendo un valor escaso. Humildes son, por ejemplo, aquellos que llevan el terror de una guerra en los huesos, es decir, los que viven en los barrios donde tuvo lugar un bombardeo y, en consecuencia, se ven atrapados por una atmósfera fantasma. Eso es lo que ocurre en este lugar al que nos lleva Yoshiko Shibaki (Tokio, 1914 – 1991), una escritora conocida por el guion de La calle de la vergüenza, la preciosa película de Kenzi Mizoguchi, que nos remite a este libro. Aunque también existe una adaptación más directa de esta obra a la gran pantalla, dirigida por Yuzo Kawashima y titulada Susaki Paradise: Barrio Rojo. Nos encontramos en un barrio que estuvo ocupado por casas de té y prostitutas, y que durante la Segunda Guerra Mundial transformó las casas en lugares para que habitaran los obreros de las fábricas de armas: «Casi todos se quedaron a pesar de los bombardeos y, poco a poco, levantaron como pudieron sus barracas».

La obra es costumbrista, describe personajes y hábitos propios de una época, y hasta podría decirse que hereda el carácter trise del romanticismo. Hallaremos a personas solitarias, que no cesan de deambular por la superficie de las calles como quien deambula por los pensamientos que impone el alma. Son seres a los que Shibake trata con mucha ternura, como no puede ser menos cuando estamos ante gente que busca la finalidad de la vida, cuando la vida no tiene ningún final en el sentido en que lo tiene una película o una novela. Estos corazones solitarios nos anuncian el inicio de la era que ahora conocemos como Eremoceno que definió Edward O. Wilson como la época de la soledad. Los personajes, que en buena medida son mujeres, esos supuestos secundarios que afloran tras años de estar escondidas tras sus parejas, necesitan agarrarse a algo para sentirse vivos. Hay que sobrevivir en la derrota, hay que luchar. Los relatos no están llenos de acción, pero sí de desplazamientos dentro de un mundo en el que una forma de vida pasada no termina de abandonar el presente, pero se impone lo que se está forjando. Y un mundo en forja no es un mundo definido. Esto, que en manos de cualquier otro autor podría dar lugar a unos párrafos contundentes, se convierte, en el buen hacer de Shibake, en cortesía, en una narración que nos lleva la serenidad. Y es que si no nos detenemos no podremos comprender a los demás, si nos dejamos llevar por el río cuando aumenta su caudal, no llegaremos ni siquiera a sentir lástima. El mejor valor de esta obra es que Shibake lo ha entendido, y así se dirige hacia la humildad como fuente de la que extraer la mejor literatura.


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