Pekín
o la ciudad que no fue
Blas
Piñero Martínez
La
línea del horizonte
Madrid,
152
páginas
La
fórmula más fácil a la que tiene acceso el hombre moderno para huir de la
neurosis urbana es ver un documental de National Geographic. Ahí puede
encontrar eso que echa tanto de menos, y que es el esplendor en la hierba. Pero
en la ciudad uno puede darse de bruces con lo que de verdad importa, que tiene
que ver con instantes de humanidad y belleza, como ese joven que ayuda a un
ciego a cruzar la calle o ese músico que toca una pieza de Mozart con un violín
milagrosamente afinado. La ciudad donde vivo es un monstruo de siete cabezas,
cantaban los tipos de La orquesta Mondragón. Y Pekín parece ofrecernos
las siete más grandes que uno puede encontrar.
Sin
embargo, viajamos viendo no lo que vemos, sino lo que somos. Y ese espíritu
está detrás de esta nueva obra del sinólogo Blas Piñero Martínez, que a la vez
intenta resolver cuál es, entonces, la peculiaridad de la gran ciudad china en
la que ha vivido varios años. Todo es conocido y, al mismo tiempo, todo es
extraño. La sensación que va transmitiendo a lo largo de cada página, es que
quien patea Pekín durante más de veinticuatro horas debe sentirse como un
superviviente: todo es hostil y nada tiene por qué ser agresivo si uno sabe
cómo desentenderse de los estímulos necios. Blas Piñero se vale de la
enciclopedia para manejarse dentro de la ciudad, y para manejar las
posibilidades que hay de explicar la ciudad. ¿Estará, realmente, en esa forma
de conocimiento todo lo que necesitamos para entender Pekín? Ese impulso es suficiente
para mantener la atención del lector y afrontar casi de una sentada este libro,
porque estamos ante uno de los grandes paradigmas actuales: una ciudad que no
termina de formarse.
«¿Cómo
separa la representación (la saturación de las imágenes que se producen
infinitamente a diario) de la realidad perdida? ¿Cómo recupera la realidad de
lo que ha desaparecido bajo en nombre de Pekín?». Y así la búsqueda del viajero
no terminará jamás, porque estamos frente a millones y millones de personas, y
miles de años de historia que se acumulan y se derriban, para luego volver a
acumularse.
El
rimo del libro es, por momentos, tan apresurado como son los pasos de quienes
habitan las calles de Pekín, es lugar que resulta tan contradictorio como la
vida: nada es del todo bueno y nada es malo del todo. Pero nosotros no podemos
dejar de escribir, o de leer para experimentar el viaje, cuando encontramos un
sitio cuyo magnetismo debemos desentrañar, pues el invierno de Pekín «no es una
experiencia placentera ni recomendable» y, sin embargo, bien puede ser la
figuración del invierno que vendrá para todos. Leer Pekín o la ciudad que no
fue tiene algo de ciencia ficción, pues nos habla de un camino lleno de
escollos que nos lleva a un lugar que no cuajará nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario