lunes, 2 de junio de 2025

PEKÍN O LA CIUDAD QUE NO FUE

 

Pekín o la ciudad que no fue

Blas Piñero Martínez

La línea del horizonte

Madrid,

152 páginas

 



La fórmula más fácil a la que tiene acceso el hombre moderno para huir de la neurosis urbana es ver un documental de National Geographic. Ahí puede encontrar eso que echa tanto de menos, y que es el esplendor en la hierba. Pero en la ciudad uno puede darse de bruces con lo que de verdad importa, que tiene que ver con instantes de humanidad y belleza, como ese joven que ayuda a un ciego a cruzar la calle o ese músico que toca una pieza de Mozart con un violín milagrosamente afinado. La ciudad donde vivo es un monstruo de siete cabezas, cantaban los tipos de La orquesta Mondragón. Y Pekín parece ofrecernos las siete más grandes que uno puede encontrar.

Sin embargo, viajamos viendo no lo que vemos, sino lo que somos. Y ese espíritu está detrás de esta nueva obra del sinólogo Blas Piñero Martínez, que a la vez intenta resolver cuál es, entonces, la peculiaridad de la gran ciudad china en la que ha vivido varios años. Todo es conocido y, al mismo tiempo, todo es extraño. La sensación que va transmitiendo a lo largo de cada página, es que quien patea Pekín durante más de veinticuatro horas debe sentirse como un superviviente: todo es hostil y nada tiene por qué ser agresivo si uno sabe cómo desentenderse de los estímulos necios. Blas Piñero se vale de la enciclopedia para manejarse dentro de la ciudad, y para manejar las posibilidades que hay de explicar la ciudad. ¿Estará, realmente, en esa forma de conocimiento todo lo que necesitamos para entender Pekín? Ese impulso es suficiente para mantener la atención del lector y afrontar casi de una sentada este libro, porque estamos ante uno de los grandes paradigmas actuales: una ciudad que no termina de formarse.

«¿Cómo separa la representación (la saturación de las imágenes que se producen infinitamente a diario) de la realidad perdida? ¿Cómo recupera la realidad de lo que ha desaparecido bajo en nombre de Pekín?». Y así la búsqueda del viajero no terminará jamás, porque estamos frente a millones y millones de personas, y miles de años de historia que se acumulan y se derriban, para luego volver a acumularse.

El rimo del libro es, por momentos, tan apresurado como son los pasos de quienes habitan las calles de Pekín, es lugar que resulta tan contradictorio como la vida: nada es del todo bueno y nada es malo del todo. Pero nosotros no podemos dejar de escribir, o de leer para experimentar el viaje, cuando encontramos un sitio cuyo magnetismo debemos desentrañar, pues el invierno de Pekín «no es una experiencia placentera ni recomendable» y, sin embargo, bien puede ser la figuración del invierno que vendrá para todos. Leer Pekín o la ciudad que no fue tiene algo de ciencia ficción, pues nos habla de un camino lleno de escollos que nos lleva a un lugar que no cuajará nunca.

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