viernes, 30 de mayo de 2025

LOS NIÑOS TONTOS

 

Los niños tontos

Ana María Matute

Destino

Barcelona, 2025

123 páginas



 

Antes de convertirnos en parte del espeso caldo humano, hemos sido niños y eso supone que hemos sido inocentes. Entonces no teníamos la necesidad de hacer algo para demostrar que estamos muertos por dentro, porque al ver unas flores no pensábamos en un ataúd rodeado de coronas, sino en la primavera. Pero no todos los niños han tenido esa suerte, y algunos nacieron ya perteneciendo a la estirpe de los perdedores. Una traba física, una desdicha familiar o la mala suerte económica, bastaba para construir una infancia de mierda. Lo que resultaba entonces más necesario que nunca era la mirada tierna de un adulto que los comprendiera. Eso es lo que hace Ana María Matute (Barcelona, 1925 – 2014) en este libro de relatos, que Destino recupera en una preciosa edición a la que añade algún ‘niño tonto’ inédito.

Lo primero que debemos señalar, es que nada más empezar la lectura uno se da cuenta de que está frente a una escritora con alma de poeta, de uno de lo poetas a los que merece la pena seguir: «La niña fea se comía su manzana mirándolas desde lejos, desde las acacias, junto a los rosales silvestres, las abejas de oro, las hormigas malignas y la tierra caliente de sol». El libro se publicó en 1956, con lo que hablamos de niños que, como ella, padecieron la posguerra, donde si no habías sido hijo de un gran ganador, era muy probable que pasaras hambre y frío. Pero también una época en la que los escritores cuidaban mucho el lenguaje, como Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos o Carmen Laforet.

Pero ninguno de ellos se planteó escribir un libro con un formato de algo que no se conocía por entonces, como es el microrrelato. Aunque Los niños tontos no destaca, como suelen hacerlo los relatos tan pequeños, por el ingenio, sino por la ternura, por el tono de poemas en prosa, porque no pretende cerrar círculos, sino expresar retratos y expresarlos de manera que afecten a la emoción del lector. Estamos frente a unos textos que nos hacen recordar que fuimos niños, pero que para nada son infantiles. Cierta crueldad, sin que nadie tenga la culpa de ella, trasluce en los retratos, como trasluce en los cuentos de hadas clásicos, donde el lobo devora, el cazador decapita o el bosque es agresivo. Y como en los cuentos de hadas, lo que se impone es la magia, la imaginación, y muchas formas de no nombrar la muerte, que está siempre presente cuando la vida no nos va bien.

Sabemos qué fue de Ana María Matute, pero desconocemos a dónde fueron a parar estos niños tontos, de los que nos gustaría recibir información, porque tras unas pocas líneas su suerte nos importa. Y así nos quedamos con cierta intriga, la que parece reposar en buena parte de la literatura de Matute, esa que nos sugiere que los adultos tampoco entendemos nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario