Las
fieras
Clara
Usón
Seix
Barral
Barcelona,
2024
374 páginas
La
novela y el periodismo tienen la misma sustancia: intentar explicar narrando,
intentar que el relato sirva para colocar razones, para conocer los porqués de
los sucesos, para aprender a tratar con los conflictos que genera la condición
humana. Este principio lleva a Clara Usón (Barcelona, 1961) a escribir una
novela en la que la crónica ocupa el cuerpo central de la obra sin que por ello
se resienta la ficción. Esta ficción parte de la creación de un personaje, una
chica cuyo padre forma parte de los GAL en los años ochenta, y sus vínculos con
otro que, este sí, ha sido real y su existencia impone, sin necesidad de
adornos, pues es la terrorista Idoia López Riaño, conocida como la Tigresa. Como
novela híbrida, a Las fieras se le ven en ocasiones las costuras. Pero
eso no importa. Lo que importa es ayudarnos a conocer cómo funciona la cabeza
de estos dos personajes, que actúan con fiereza, convencidas de sus motivos,
empeñadas en su razón. De hecho, Usón no tiene ningún problema en darle voz a
López Riaño de vez en cuando, en los momentos en que no se podría narrar mejor
desde fuera.
La
novela funciona como un tiro. Todo sucede deprisa, sin que apenas se nos
permita instantes reposados. Está despejada de todo aquello que podría
interrumpir la acción. Y nos habla, por un lado, de un momento que ya podemos
catalogar como histórico, a pesar de que la gente de cierta edad lo recuerde
casi como algo que sucedió hace bien poco, y por otro de una edad, una juventud
que solo puede ser impulsiva. Nos transporta a una época en la que están
presentes ciertas personas reales, muchas de ellas todavía vivas, que aquí
funcionan como atrezo, ayudan a crear el ambiente en el que estas dos mujeres
gestionan su rabia, sus dudas y sus certezas. De hecho, en algunos momentos de
la lectura vamos teniendo la impresión de que lo que realmente pretende Clara
Usón es hablarnos de las dificultades para ser mujer, exponiendo a sus
protagonistas a los extremos, tensionando la cuerda hasta el límite. Lo que
seguro que les resulta imposible es ser femeninas. Porque la hostilidad que se
transmite solo es latente en los momentos en que estamos dentro de la vida
familiar de ellas, mientras que es explícita en cuanto la vida pasa a ser
pública. Esto nos lleva a preguntarnos si el terrorismo puede considerarse vida
pública, dado que para nuestros personajes es imposible mantener una vida al
margen, algo parecido a una vida normal, esa que tiene quien lee el periódico
en una terraza los domingos por la mañana.
En
realidad, están siempre conviviendo con el enemigo, sin que este sea
necesariamente la persona a la que uno le pegaría un tiro en la cabeza. De ahí
esta atmósfera escasa de oxígeno que posee la obra, que se resuelve sin agobiar
al lector gracias a la actividad constante que va describiendo. Las fieras
están convencidas de su justicia y su causa. Hemos comenzado hablando del intento
de explicar los conflictos de la condición humana, y deberíamos terminar
afirmando que está condenado al fracaso, dado que resulta imposible de
resolver. Pero esto no es un fracaso. Sin ser conscientes de que jamás
llegaremos a la solución no se habrían escrito las mejores novelas de la historia
de la literatura. El terrorismo nacionalista y el terrorismo de Estado son un
sustrato de sangre y violencia en la que no se puede crecer de una forma que no
sea violenta. Esta violencia sirve para aportar una pequeña dosis que nos ayuda
a conocer cómo somos mostrándonos lo que podríamos ser si las condiciones nos
hubieran llevado a otro lugar en una época llena de escombros.
Fuente: Zenda
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