Espía
en país enemigo
Constantino
Bértolo
La
uña rota
Segovia,
2024
431
páginas
Esta
es la cuestión clave que Constantino Bértolo (Lugo, 1946) plantea en cada una
de sus lecturas: de lo que se trata es de crear acción con la lectura, no de ser
un mero espectador con la mente en blanco. «Leer es interrogar el texto», dice
durante el análisis de El agente secreto. ¿Qué pretende la obra? Esta es
la primera de las preguntas que él propone resolver. Pero la que flota a lo
largo de toda la lectura, desde la primera a la última palabra, la clave bajo
la que interpretar el texto, consiste en hallar el tema, que es el germen, el
sustrato y el abono de la obra, que es aquello que late detrás de cada frase o
acción que vamos descifrando. «Qué nos cuenta y qué nos cuenta con lo que nos
cuenta», repite como fórmula de interpretación en un par de ocasiones.
Espía
en país enemigo recoge los apéndices que Bértolo escribió
para varios de los títulos de la colección Tus libros. H.G. Wells, Jules Verne,
Conrad, Gogol, Poe, Bram Stoker, Dostoievsky, Jack London, Juan José Millás, Mario
Lacruz… son algunos de los autores seleccionados, no siempre con su obra más representativa:
tenemos Crimen y castigo, sí, pero también El Chancellor, que es
una de las novelas más olvidadas de Verne. En realidad, el volumen es una
lección literaria en la que a las lecturas más académicas se unen las interpretaciones
más personales, esas que necesitamos para terminar de darnos cuenta de aspectos
que nos pasaron desapercibidos. En realidad, es una incitación para retomar la
lectura de estas obras, de ahí que figuraran como apéndices y no a modo de
prólogo, y un estímulo para despertarnos durante la lectura de cualquier otro
texto. Nuestra primera interpretación no quedó afectada al abrir el libro y
darnos de bruces con el parecer de otro lector, lo que se conseguirá así es
removernos la memoria que tenemos de él.
Estos
apéndices no se limitan a ser un análisis del texto, pues añaden a cada obra
una exposición de la época y una reseña de la biografía del autor. En cuanto a
la recensión de la época, nos encontramos con la preocupación de Bértolo por
asuntos que tiene que ver con el progreso y la justicia social, con asuntos
políticos, y no podemos evitar considerar la influencia que en estos apuntes
históricos pudieron tener obras como las de Arnold Hauser y su monumental Historia
social de la literatura y el arte. En lo que respecta a las vidas de los
autores, nos hallamos frente a recensiones que apuntan a cómo salir adelante (o
no) siendo un perdedor. Difícilmente se nos ofrecen estampas victoriosas, dándonos
a entender que la cara amarga de la vida está vinculada estrechamente a la
capacidad creativa, tal vez como lucha, tal vez como liberación. Lo que sí
muestra Bértolo en las tres etapas del estudio —época, autor y obra— es una
desmedida fe en la literatura, en la narrativa, que sirve para explicar el
mundo, para cuestionarlo y enseñarnos. De hecho, los apuntes finales, unos
sucintos ensayos sobre la novela de intriga y de terror, y la novela policíaca,
nos muestran que ser lector no es implicarse únicamente en lo que figura dentro
del libro, porque esto es imposible, porque no hay forma de desvincular lo que
sucede allí, en la narración, con las experiencias vitales de las personas,
incluso las que tenemos mientras dormimos.
En
una época en la que estamos acostumbrados a que los análisis literarios sean
reseñas de seiscientas palabras, comprobar todos los recursos que siguen
existiendo para un estudio más pormenorizado, los que conocimos cuando
estudiamos análisis de texto unidos a los que brotan, continuamente, cuando no
cesamos de preguntarnos los porqués de la obra, es un atrevimiento, casi una rebelión.
Y como tal, una incitación a no separarnos nunca del mundo de la narrativa que
nos muestra, por otra parte, de dónde venimos.
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