Viento herido
Carlos Casares
Impedimenta
Madrid, 2022
131 páginas
El mundo no tiene
consistencia, no es un objeto único. Puede que se vea redondo desde el espacio,
pero en cuanto uno se acerca, se da cuenta de que si algo le define es la
fragmentación. Lo nombramos en singular y deberíamos utilizar el plural, los
mundos, porque cada uno de ellos rige sin normas, pero de diferente manera.
Apenas hay factores comunes, entre los que destacan los encuentros y los desencuentros,
que son, posiblemente, las piedras en el estanque que dan lugar a las ondas que,
según se van extendiendo, componen los relatos.
Impedimenta rescata este
volumen, publicado en 1967, en el que se incluyen los primeros cuentos de Carlos
Casares (Xinzo de Lima, 1941 – Vigo, 2002). Se trata de obras muy breves,
escritas con frases cortas, pero con un estilo que nos sorprende. No se trata
de una brevedad mínimal a la que nos acostumbran autores anglosajones, sino de
una prosa cuidadísima, como si Ignacio Aldecoa hubiera querido reducir su
estilo hasta dejarlo en los huesos. Aunque, eso sí, recordemos que no dejan de
ser traducciones, pues Casares escribía en gallego. El autor nos lleva por
pequeños mundos que bien podrían ser el nuestro o haber sido el nuestro, en el
que la crueldad puede salir al paso de una manera que nos resulta natural. Nos sentimos
como posibles partícipes de las tramas, aunque sólo sea por el talante de
espectador de sucesos que pueden ser reales con que se nos presentan.
La credibilidad es uno de
los grandes atributos de estas historias que se leen con una facilidad inusitada.
Podemos concluir que la vida es un lugar en el que no cesa de entrar y salir
gente, y que en ese intercambio se pueden producir pequeñas tragedias que
cercenan la serenidad. Esa es, probablemente, la intención de Casares, llamar a
las puertas de la región de nuestra imaginación en la que sucede lo extraño
porque es posible que suceda, no porque forcemos la fantasía. Y lo consigue con
acierto.
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