La mirada del ángel
Thomas Wolfe
Trota libros
Andorra la Vella, 2022
736 páginas
Traducido en esta edición como La mirada
del ángel, habíamos conocido esta obra como El ángel que nos mira,
por ejemplo. Aunque no es fácil sustituir en nuestro idioma la expresión con
que Thomas Wolfe (Asheville, Carolina del
Norte, 1900 - Baltimore, Maryland, 1938) quiso que conociéramos su
primera obra: Look Homeward, Angel. Interpela a un ángel, sin duda, pero
para ordenarle que vuelva la vista hacia atrás, hacia el pasado. Pues de eso
trata esta extraordinaria novela, que deja en juego de niños casi cualquier
otra experiencia de autoficción. El subtítulo será también revelador: A
Story of the Buried Life, algo así como una historia de la vida enterrada.
Y Wolfe se propuso incluir toda una vida, sin concesiones de ningún tipo a la
estrategia narrativa que esgrimía Hemingway, la teoría del iceberg. Aquí se
intenta que todo aparezca reflejado. Las intenciones de Wolfe son las de
explicar el universo a partir de unas vidas aparentemente de provincias.
Nada más comenzar el libro, uno se da cuenta de
que la voz elegida será en sí mismo un estrato de lectura. Sin duda poética,
pero de una poesía sin contención, repleta de descubrimientos expresivos, de enumeraciones
que son una lección de cómo describir, física y emocionalmente, a partir de los
sentidos, de expresiones contradictorias que pueden azotar nuestra mente y
dejarnos un buen rato pensando: «honradez salvaje»; «la belleza sensual de la
religión»; «era moral para aquello que se le negaba»; «desperdiciado sigilo»…
son apenas unos ejemplos. La prosa de Wolfe es un auténtico torrente de
palabras que sumadas a palabras dan mucho más significado que la mera adición
de términos. Cada imagen que crea es una sorpresa y es un acierto. En realidad,
Wolfe es un escritor de los que se dedican a incorporar, de los que necesitan mucho
tiempo para describir un segundo. Tal vez por eso merezca ser leído en los
momentos en que nos encontramos mejor dispuestos a recibir literatura.
«¿Quién de nosotros ha conocido a su hermano? ¿Quién de nosotros ha mirado en el corazón de su padre? ¿Quién de nosotros no sigue estando eternamente prisionero? ¿Quién de nosotros no es eternamente un extraño que está solo?»
El párrafo está al inicio de la obra y nos
aclara que, además de incorporar todos los acontecimientos que caben en una memoria,
y en la de Wolfe son casi infinitos, tratará de explicar profusamente a los
personajes. Estos son trasunto de su familia numerosa, seres con unas
limitaciones que el narrador quiere conocer antes de plantearse si es posible
perdonar. Sobre todo, porque es consciente de que el olvido es imposible. Wolfe
era el pequeño de la estirpe, un muchacho que encontraba refugio en la lectura,
es decir, en la soledad. El protagonista hereda este don, pues de un don se
trata, en un mundo con una hostilidad sin descanso, más áspera que aguda. El
padre, Gant, se entrega al alcohol y a las consecuencias del alcohol, tanto
sociales como humanas, y está constantemente intentando rehabilitarse. La
madre, Eliza, es tacaña y trabajadora. Eugene, el Benjamín de la familia, es un
soñador, un idealista que busca en la realidad las heroicidades que cree
reconocer en las novelas. El conflicto entre realidad y deseo vuelve a ponerse
sobre el tapete, y de él sale una de las pocas cosas buenas que pueden surgir:
literatura. El mundo es sucio, agresivo, lleno de feos impulsos que impone el
deseo, también el sexual, está embarrado y parece que apenas luce el sol lo
bastante como para permitir que existan sombras.
Y Wolfe decide escrutarlo con una mirada que se
traduce en una voz oracular, salvaje, interminable. Como interminables son los
estímulos que nos ofrece esta realidad. Así pues, no queda más remedio que
condensar, como en los contrastes de los que hemos hablado, o en las
enumeraciones: «Así pues, se creía en el mismo centro de la vida; creía que las
montañas bordeaban el corazón mismo del mundo; creía que de todo el caos de
accidentes aparecía el hecho inevitable en el momento inexorable para añadirse al
total de su vida». Aunque quien cree es, a la vez, espectador de quien cree. El
planteamiento es que cada uno lleva un ángel dentro, que puede ser oscuro o un
ser de luz, con todos los grises intermedios, y Wolfe lo que busca es
definirlos, sabiendo que es una tarea imposible. Esto le permitirá hacer el
tiempo un ente elástico y maleable. Nada sucede al ritmo que entendemos que es
normal que sucedan los asuntos. Es barroco, sí, pero no sólo en el estilo: es
barroco porque habla de la desvalorización del hombre y de la naturaleza,
porque habla de la desconfianza y de la angustia, porque contempla ruinas y
reconstruye con arte.
Asistimos a la educación sentimental o, más bien,
emocional, pues la emoción es el primer impacto y el sentimiento surge tras la
digestión de éste. Y estamos contemplando cómo se digiere el mundo casi por
entero. Estamos sobre la superficie de lo habitable sin instrucciones de uso,
sin un tipo que nos alumbre con una linterna, llenos de defectos y
preguntándonos por qué todo es sórdido. El elenco social completo son los
secundarios que asisten a la creación y al desarrollo de una familia que
funciona como un único ser, pues será quien construya al narrador, con él,
contra él, desde él, a pesar de él, tras él. El sinvergüenza y derrochador,
convivirá con la abnegada, el que no tiene futuro con el egoísta, y el amable
con el tartamudo y con el fanfarrón. Todo dentro de un ambiente en el que pesa
la pérdida de los tres primeros hijos al poco de nacer, los que deberían haber
sido piedras fundacionales de la familia. Hay tanta desunión como dependencia
en los afectos que se entrelazan, porque esa parte del deseo que guardamos en
la memoria, quiere ver afectos en la reproducción del pasado. Quiere ver
afectos no sólo en los momentos salvíficos, que Wolfe también esconde, sino hasta
en los mezquinos y en la existencia precaria.
Y luego está la inevitable referencia a William
Faulkner, que tenía a Wolfe por un maestro coetáneo. Es fácil entender la razón
si uno osa leer esta obra maestra.
Fuente: Revista de letras
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