El paisaje vacío
Ricardo Martínez Llorca
Debate
Premio Jaén
160 páginas
Por Asunción Escribano
No siempre la literatura
traslada a mundos idealizados que cuentan historias ajenas y de lectura
agradable. Con frecuencia la novela nos muestra la cara más árida de la
realidad, que aunque no se conozca existe. Fue así como hace medio siglo Cela
parió La familia de Pascual Duarte, inaugurando un nuevo modo de narrar
en nuestra literatura.
Ahora Ricardo Martínez
Llorca ha publicado El paisaje vacío, su segunda novela y con la que ha
conseguido el Premio de Novela Jaén 2001. Es una obra teñida de realismo social
y existencialismo a la vez, en la que nos presenta, con precisión y hábil
técnica narrativa, cuatro modos diferentes (uno por capítulo y narrador) de
contar una historia y de habituarse al tiempo y a la vida. La obra muestra una
atronadora carencia de diálogo, como si el desierto en el que transcurre la
trama sólo permitiese la reflexión cansina de la primera persona. Se ve así que
Martínez Llorca es un escritor artesanal, que mide palabras y frases para
edificar párrafos sin resquicios; una escritura sólida, en definitiva,
infrecuente en autores jóvenes.
La acción se desarrolla
en una aldea africana, calificada por uno de los personajes como ‘el reverso
del paraíso’, en la que confluyen tres personajes desarraigados cuyas vidas se
funden coincidiendo en la tragedia con la que finaliza la obra. La densidad de El
paisaje vacío es, sin embargo, una realidad muy alejada de las 160 páginas
que ocupa, pero tal verdad el lector sólo la aprehende internado en la jungla
que el autor crea con frases que hay que comprender para pasar a la siguiente,
espesura de palabras con densidad de Amazonia.
Se describe un mundo
donde la esclavitud es un hecho real. Un volver a describir al hombre en situación
límite, tal y como lo presentaron Conrad o Camus en sus principales obras, y
cuya evocación con frecuencia nos eriza el vello a lo largo de la lectura de El
paisaje vacío. Si existe algo de autobiográfico sólo el autor lo sabe. Pero
ante una gran novela como esta, eso es lo de menos.
Creo que Ricardo Martínez
Llorca me permitirá, precisamente, unas palabras de Cela leídas en un diario y
que recuerdo ahora, recién concluida la lectura de El paisaje vacío: “Un
escritor debe denunciar el mal, pero debe denunciarlo de manera artística”.
Quienes lean esta extraordinaria novela sabrán a qué me refiero.
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