La
novela del agua
Maja
Lunde
Traducción
de Kirsti Baggethum y Asunción Lorenzo
AdN
Madrid,
2020
325
páginas
Por
una parte, una mujer emprende un viaje en barco, en velero, con intención de
hallar a su antiguo amante, que está deshaciendo un glaciar del norte de Europa
para vender el hielo en un país desértico. La explotación del agua, el elemento
básico, la esencia de lo que somos y es la naturaleza, y su exterminio, dan pie
a una situación en la que se impone una tristeza de pronóstico, es decir, un
lamento por la pérdida y la inevitable deriva de esa pérdida, que nos
condenará.
Por
otra parte, un padre y su hija caminan por rutas del sur de una Europa asolada
por la sequía, en el año 2041. Que hallen varado el velero de la activista que
protagoniza la primera secuencia tiene una lectura tan metafórica como
contundente: el mar ha devorado los continentes, a cuenta del cambio climático,
sí, pero el agua escasea, incluso el agua de mar, que ha pasado de ser una vía
por la que un personaje viaja a un impedimento, un muro, una cárcel.
Maja
Lunde (Noruega, 1975) utiliza la frase escueta y el párrafo corto para
facilitar una lectura que se despliega sin dilación. El lector irá devorando
las páginas sin el ese tipo de escollos que con tanta frecuencia se prodigan en
las denuncias y las distopías: la posibilidad de exagerar, la histeria, la
decadencia sin lírica, la exposición fácil de la maldad, la opresión
apocalíptica de quienes se creen mejores cínicos. En este caso, sí hay
oscuridad, pero pertenece al mundo de un pesimismo en el que todavía se nos
permite actuar, estar presentes, vivir aunque sea a regañadientes, porque el
factor humano sigue alerta, porque podrán acabar con el planeta, pero jamás se
dará fin a la costumbre de querer y ser querido, aunque no se trate de un amor
universal.
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